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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el año 1953 Charles Chaplin decide cumplir su venganza contra el país que, si bien se divirtió con sus primeras películas, comenzaba a tacharle de antinorteamericano.
Ya en sus anteriores films, 'Monsieur Verdoux' (1947) y 'Candilejas' (1952) había dejado atrás al personaje de Charlot.
Y aquí tampoco se pone la máscara, sino que lo hace a cara descubierta.
Su historia es la de un rey destronado de un imaginario país europeo, Strovia, que se refugia en los Estados Unidos, sin poderes, sin dinero, sin valores, que no tiene ni para pagar el hotel y ha de recurrir a hacer publicidad en televisión.
Con este esquema tan simple, Charles Chaplin pasa revista a muchos de los aspectos de la sociedad norteamericana: los ritmos modernos, la violencia y el sexo en las pantallas, la publicidad deshonesta en la televisión, y hasta el propio Comité de Actividades Antinorteamericanas, al que en una escena simbólica, riega accidentalmente con su manga.
Mientras que en la primera parte hace una cinta muy divertida, a partir de la segunda mitad se vuelve más satírico, más irónico, más cáustico, más político, poniendo en boca de un niño un gran discurso sobre la libertad, que no es más que su propio pensamiento.
La película no es perfecta pero vista hoy en día, sin apasionamiento, sigue siendo válida, teniendo actualidad muchas de sus afirmaciones y no deja de ser interesante ya que logra los objetivos que se proponía.
Premio Cahier du Cinéma al mejor film.
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