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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es la primera vez que el cine toma el tema de las arañas, por ejemplo recodarán la dirigida por Frank Marshall 'Aracnofobia' (1990) y así se podrían contar más de medio centenar de títulos sobre el tema.
Pero la verdad es que no recordamos una como 'Sting. Araña asesina' (2024), escrito y dirigido por el realizador de origen australiano Kiak Roache-Turner, un director que para haber dirigido cinco cortos y otros tantos largometrajes, incluidos este que comentamos, no recordamos a nadie que lo supere en su baja calidad.
L a acción se sitúa toda en un edificio de apartamentos en un día en el que azota el temporal con una fuerte nevada y los residentes se ven agoviados por una plaga de insectos.
Se trata de una familia compuesta por Ethan, el padre, dibujante de camisas y encargado del mantenimiento del bloque, la madre que también trabaja y Charlotte una hija de doce años que le ha dado por criar una arañita a la que alimenta a base de cucarachas.
Viven en un edificio en Brooklyn en el que constantemente están llamando a los Hermanos Matabichos, para que saneen de insectos el bloque.
La cuestión es que la araña va creciendo y se va haciendo demasiado mayor y cada vez con más hambre y se dedica a matar a los habitantes de la casa.
De esa forma se convierte en el mal que acosa a esa comunidad en la que muere hasta el apuntador.
El argumento empieza por ser absurdo, porque por muy venenosa que pueda ser una araña nunca crece a las dimensiones que a veces se deja entrever, porque tampoco es que la fotografía sea muy luminosa y toda la acción, además, sucede en interiores.
Lo cierto es que al parecer cualquier argumento vale para hacer una película pretendidamente de terror, por muy absurdo que sea y por muy poco presupueste con el que se cuente.
Esta producción se inspira en uno de los mayores miedos de la humanidad, la aracnofobia, hecha cada vez más monstruosa que hasta ahora.
Premio Golden Scythe Horror al mejor film.
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