Mismo director, mismo reparto e iguales y mediocres resultados son los de esta segunda entrega en la que un vizconde conspira para que su sobrino llegue a ser rey en lugar de Mia, por lo que saca a la luz una ley que obliga a la princesa a contraer matrimonio para asumir el cargo. Ella, que siempre había creído en el amor verdadero, tiene ahora un mes para casarse.
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