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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras ganar la Palma de oro en el Festival de Cannes, los premios del cine europeo a la mejor película, director y guion y el Globo de oro a la mejor cinta extranjera, nos llega esta última película de Michael Haneke, uno de los directores más valorados por la crítica.
Para escribir el guion, en colaboración de Jean-Claude Carrière, se inspiró en la novela Las benévolas, de Jonathan Littell, que narra las memorias ficticias de un oficial de las SS.
La acción se desarrolla en un pequeño pueblo del norte de Alemania, de rígida moral protestante, entre los años 1913/14, previos a la Primera Guerra Mundial, donde comienzan a suceder hechos extraños, como el accidente del médico al caer del caballo, suicidios, secuestros de niños y duros castigos corporales cuando éstos desobedecen las rígidas normas de conducta a que son sometidos por sus padres, especialmente en el caso del pastor para con sus hijos.
Era costumbre, en este ambiente siniestro e irrespirable, que estos lucieran una cinta blanca para denotar que tras portarse mal habían sido castigados.
Es una especie de metáfora de la decadencia moral y social del país, de las difíciles relaciones que generan ira y rencor, que alimentan la intolerancia impuesta a golpes a los niños, a los que se les inculcan valores absolutos, reprimidos por los adultos, sembrando así el totalitarismo, que los convierte en seres inhumanos que les lleva al terror más absoluto.
En ese ambiente represor de los maridos para con sus esposas y con sus hijos, o del barón para con los obreros, del que dependen para subsistir, el único personaje positivo es el del maestro, que es el encargado de narrar con voz en off unos hechos que van desde el adulterio al incesto, pasando por el suicidio, la venganza y la violencia en general ocasionada por estas conductas, fruto de la rígida educación protestante, que muestra así los rincones más oscuros del alma, terreno abonado para que florezca la semilla del mal.
El film es un duro relato, de ritmo lento, austeridad en la puesta en escena, con una estupenda fotografía en blanco y negro que hace más fría su realización y su distanciación del espectador, que recuerda en muchos momentos al cine de Bergman por la claridad de sus imágenes y el rigor de los desconocidos pero ajustados intérpretes.
Cinta muy en la línea del cine de Haneke, con una historia muy de su gusto por la violencia, en una atmósfera asfixiante aunque en esta ocasión no la muestre de forma explícita, pero se adivina, con conductas aberrantes, inhumanas debido a los efectos de la mala educación y el sentido de la culpa sin posible redención.
El guion queda abierto para que el espectador busque las respuestas, quedando así las historias sin terminar, lo que deja un poco insatisfecho, por mucho que al director no le guste acabarlas.
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