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CRITICA
Por: PACO CASADO
No nos gusta hablar de film-testamento, cuando el director está aún vivo, afortunadamente, aunque diga que es la última, porque nos cabe la esperanza de que a pesar de sus 78 años aún le queden fuerzas para hacer alguno más, cosa que sería impensable a esa edad si se tratara del cine americano.
Más bien hablamos de película-resumen ya que en el nuevo producto berlanguiano se encuentran casi todos los temas que ha tocado a lo largo de su filmografía.
Se le puede tachar de acumulación, de tratarlos de manera superficial y cómica, grotesca a veces, pero divertida.
Si aceptamos que Woody Allen siempre hable de lo mismo en todas sus cintas ¿porqué echárselo en cara a Berlanga?. Aunque dado este sentido de resumen, toque un tema con una simple pincelada, un chiste de pasada, pero qué importa, si lo hace con la jovialidad, la frescura y la sencillez de un joven de 78 años.
Una vez más están presentes sus aficiones al sexo, al ciclismo, a la escatología, y otras cuestiones.
Un fracasado médico parisino, consciente de su impotencia sexual, cambia el suicidio por hacer el itinerario hasta Tombuctú, la mítica ciudad, símbolo literario de la intelectualidad de los años treinta. Por el camino para en la emblemática Calabuch y allí se ve atrapado por una sociedad que se prepara para la despedida del milenio, lo que aprovecha Berlanga para hacer una crítica feroz de la situación española, de los empresarios que se aprovechan de los futbolistas negros como si fueran esclavos, de los curas pecadores confesos, del mundo de los toros o del ciclismo, del libertino anarquista, y de muchas cosas más que sería prolijo enumerar.
Cada personaje o situación están sacados de anteriores títulos suyos como 'El verdugo', 'Los jueves milagro', 'Calabuch', 'La escopeta nacional', 'Tamaño natural', 'Todos a la cárcel', etc.
Lo mejor de esta producción es el sentido de libertad con que se expresa el más veterano de nuestros directores, sin importarle lo más mínimo lo que digan de él. Prescinde del plano-secuencia de sus habituales comedias corales y lo hace de forma clásica, a base de planos fijos, como Buñuel, tratando de que no se le note la nostalgia, ni el pesimismo de la despedida.
Un buen trabajo de Michel Piccoli y Concha Velasco o de sus actores fetiches, Amparo Soler Leal, Luis Ciges, Manuel Alexandre, para una película que sin ser la mejor de Berlanga es divertida.
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