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CRITICA
Por: PACO CASADO
El título de esta película, tanto el original como el castellano, es bastante orientador, ya que claramente nos está diciendo que se trata de un film de juicios, aunque aquí ese aspecto ocupe tan sólo una pequeña parcela de la cinta.
El interés de la misma reside en el aspecto moral del asunto: un hombre bien situado, casado, cuyo hijo pequeño muere en sus brazos en la sala de espera de urgencias de un hospital por falta de cuidados, semanas después, reacciona asesinando a los tres responsables, el médico, la enfermera y el recepcionista, y declarándose culpable a continuación.
Ahí está el núcleo fundamental del problema, que al ser un hombre muy religioso quiere aceptar su castigo, a lo que se opone un ambicioso abogado, que desea llegar a fiscal del distrito, y a intereses bastardos de un alto funcionario que le conviene que se le declare trastornado mental y no tenga validez la declaración en su contra por negocios sucios.
Una doble cuestión moral se le abre esta vez al abogado, sus relaciones con la esposa de su cliente y salvarlo o condenarlo.
La historia está bien diseñada aunque en ella se trate de fondo algo tan usual como es la corrupción y la ambición por el poder que son cuestiones que pueden sonar a tópico y por otra parte hacen que transcurra por caminos previsibles dentro del género.
David Jones, director británico con amplia carrera teatral y televisiva, no ha tenido mucha dificultad para poner en imágenes este drama y mantener el interés del espectador, al contar con el carisma de Ben Kingsley, uno de los actores más importantes de su generación, bien apoyado por Alec Baldwin y Amy Irving.
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