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CRITICA
Por: PACO CASADO
El nuevo estudio de Steven Spielberg, Dream Works, ha creado una fantasía infantil que se nos antoja una mezcla de 'Los Borrowers' (1997) y 'Solo en casa' (1990), ya que aquí como en la película de los diminutos personajes, otro tan pequeño pero esta vez animal, un ratón de cortas dimensiones, va a ser desalojado de su mansión al haber sido heredada por dos estúpidos hermanos que la van a poner en venta al descubrir su valor millonario, ya que están en la más absoluta de las ruinas.
El pequeño roedor demuestra tener más cerebro que los dos juntos y da sopa con hondas a cuantos pretenden acabar con su vida, ya sea con inundaciones, trampas mortales, queso o cualquier otra treta. Es aquí donde se parece al otro film mencionado en el que los hermanos ocupan el sitio de los ladrones y el ratón el de Macaulay Culkin.
Como es casi de rigor en las cintas cómicas, los dos hermanos se asemejan por su físico al Gordo y el Flaco clásicos para que la comicidad surta más efecto.
Pero la verdadera estrella de esta producción no es otra que el ratoncito del título en el que se centra toda la atención, ya sea interpretado por uno de los múltiples ratones que se sucedieron como protagonista o de los efectos de animación creados por ordenador.
Ante este personaje palidecen las interpretaciones de Nathan Lane, Lee Evans e incluso del cazarratones equipado con alta tecnología que hace Christopher Walken, por muy bien dirigidos que estuvieran por el debutante Gore Verbinski.
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