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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es la primera vez que Robert Altman realiza cine policiaco, pero sí la primera que lo hace con seriedad y calidad, de la mano de uno de los maestros de este género: Raymond Chandler.
A pesar de no ser Robert Altman un director joven su cine tiene un auténtico carácter juvenil y su puesta en escena está impregnada siempre de novedad.
Sus películas casi siempre llaman la atención porque suelen ser diferentes.
Desde su polémica y famosa cinta 'M.A.S.H.' (1970), pasando por 'Los vividores' (1971) y 'El volar es para los pájaros' (1970), hasta llegar a 'Un largo adiós' (1972) que, a pesar de ser un film policiaco, "para pasar el rato" como el mismo director la calificó, posee un sello realmente distinto.
Pensamos que ello en este caso es debido al producto de la unión del autor de la novela y del director del elemento fílmico derivado de ella, esto es, de la unión de Raymond Chandler y Robert Altman.
El primero aporta la materia prima, pone a su personaje favorito, el detective Phil Marlowe, con su ironía, desparpajo y abandono, con su pitillo entre los labios, en una aventura aparentemente fútil, pero que se va complicando endemoniadamente conforme pasa el tiempo.
El segundo, gusta también de buscar un ángulo nuevo en su realización y le da el papel a Elliott Gould, un actor que se ha hecho en muy poco tiempo, que ha logrado destacar por su físico de hombre duro un tanto original.
A su lado la cantante Nina van Pallandt y el director Mark Rydell, ambos debutantes como actores, que aceptan los papeles por amistad, junto al veterano Sterling Hayden, curtido en películas del género.
A Leigh Brackett, una autora conocedora de las características del novelista del que ya anteriormente había sido la adaptadora de El sueño eterno (1946), para Howard Hawks, director para el que también escribió los guiones de film tales como 'Río Bravo' (1959), 'Hatari!' (1962) y 'Río Lobo' (1970), y le encarga de escribir el guion.
A la hora de elegir quién hace en la fotografía le otorga el trabajo, una vez más, a Vilmos Zsigmond, que ya había actuao con él en 'Los vividores' (1971) e 'Imágenes' (1972).
El resultado, con todos estos elementos, no podía fallar, sobre todo cuando Robert Altman trata de introducirse en la personalidad del escritor, capta su idea y la plasma gráficamente en imágenes con la misma calidad de cine que iniciara en El volar es para los pájaros (1970), consiguiendo hasta ahora, para nosotros, el mejor trabajo de cuantos de su aún corta filmografía le conocemos
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