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CRITICA
Por: PACO CASADO
La acción de esta historia transcurre durante el verano de 1989 y lo que se nos cuenta es la situación de Dylan Jacobs, un niño de unos doce años, que es mudo, pero no sordo, tiene asma, que se muda con Michael, su padre, a una nueva casa, donde elige su propia habitación.
El padre es viudo ya que no hace mucho la madre los abandonó, situación que Dylan cree que fue por su defecto.
El inquilino anterior murió en esa casa, pero según el padre era un hombre ya muy viejo.
Una noche se despierta a medianoche y se encuentra a su madre sollozando en la cocina ¿es una pesadilla?.
Un día fisgonea por los armarios y encuentra El libro de las sombras y cuando su padre esa noche se va a trabajar a una emisora de radio, se queda solo en casa y prepara las cosas que hacen falta para hacer un conjuro y obtener un deseo: un espejo, reloj que marque las 12, una vela, tres gotas de sangre... el deseo que pide es recuperar la voz, pero le puede costar su alma.
A partir de ese momento comienzna a pasar cosas como que la radio y la tv se encienden solas y la figura de un hombre ha entrado en la casa, mientras que Dylan constantemente ve la figura de su madre en la cocina, una imagen que debió ver en su momento y que constantemente se le viene a la memoria.
Lo que ocurre a partir de aquí nos recuerda mucho a Solo en casa (1990) que dirigía Chris Columbus, interpretada por el niño de ocho años Macaulay Culkin, Joe Pesci y Daniel Stern.
Estos últimos era los ladrones a los que el pequeño les hacía frente teniendo que defenderse de ellos poniéndoles trampas a lo largo de la vivienda.
Aquí ocurre algo similar, con la diferencia de que Dylan es algo mayor, tiene el defecto de la voz y la enfermedad del asma, pero igualmente tiene que defenderse de alguien que ha entrado y no sabe con qué intenciones, que no serán muy buenas.
En varias ocasiones logra neutralizarlo, encerrándolo en el baño o dejándolo sin sentido.
Por otra parte esa visión de la mujer también se materializa y llega a morderle en el brazo, convirtiéndose en otro enemigo cuando temporalmente desaparece el hombre sin saberse porqué.
Todo el suspense o los posibles sobresaltos se producen a base de elevar el sonido o la música y llegado un momento el argumento se hace muy convencional y repetitivo resultando realmente increíble.
El espectador llega a hacerse una serie de preguntas, porqué no hay luz, porqué no llama por teléfono a su padre, porqué no acude a algún vecino, por dónde ha entrado el intruso, porqué el reloj repite otra vez las 12 y así podríamos seguir formulando muchas más pero posiblemente le quitarían el poco suspense que tiene esta película.
Tiene un correcto trabajo del niño Ezra Dewey en el papel de Dylan que lleva todo el peso del film, ya que no está ausente ni sólo instante.
El guion termina haciéndose confuso y con un final inexplicable.
Se usa con frecuencia los primeros planos y la cámara se mueve con agilidad a lolargo del piso.
Últimamente se está dando con bastante frecuencia la duplicidad de nombres en la dirección y así ocurre también en esta ocasión que corre a cargo de David Charbonier y Justin Powell, que hacen con este su segundo largometraje como realizdores, aunque Powell tiene una gran experiencia como montador de casi medio centenar de títulos.
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