INFORMACIÓN EXCLUSIVA
NOTAS DE LA DIRECTORA...
Los dilemas de difícil respuesta son mi estímulo.
Ese lugar donde te encuentras entre lo que deberías hacer, lo que quieres hacer y lo que sientes.
LOS DOMINGOS surge en mi cabeza a raíz de una anécdota que escuché hace tiempo: una chica de 18 años decidió ingresar en un convento de clausura de la noche a la mañana. Los intentos de su familia por convencerla de que no lo hiciera fueron en vano. ¿Por qué alguien se convierte en monja de clausura a esa edad? ¿Por qué decidir alejarse del mundo justo cuando comienza tu vida adulta? ¿Cómo convencer a alguien de que vale la pena esa vida adulta cuando el mundo exterior puede ser incierto y difícil?
La vocación de clausura es quizás una de las expresiones más extremas de la búsqueda de un lugar en el mundo y pronto se me antojó como la excusa perfecta para cuestionar la familia como nuestro refugio natural. Al final del día, tanto ateos como agnósticos o creyentes, necesitamos creer en algo para continuar. Todos hacemos apuestas de fe. Todos apostamos por algo, nos comprometemos en diferentes relaciones sin ninguna prueba absoluta de que sea real. Se siente real y eso nos basta. Hay quien cree en Dios, otros en sus parejas y algunos en la familia como algo indisoluble. La película se titula Los Domingos porque para los católicos el domingo es el día del Señor y para muchas familias es un día de reunión y reencuentro, a menudo de forma obligada. ¿Cuántas familias discuten durante horas sobre dónde celebrar las Navidades? ¿A cuántas les da pereza los compromisos familiares?
Ahí comenzó esta historia que habla sobre lo difícil que es romper con la familia porque, aunque no estén presentes, los vínculos familiares no son intercambiables con ningún otro.
Lo religioso, lo espiritual está muy presente en la película. Los rituales, los procesos vocacionales, la rutina del convento, incluso el tipo de conversación intima que puede llegar a tener un sacerdote con una menor en el marco de las direcciones espirituales.
He intentado retratar este universo desde una perspectiva muy rigurosa, después de haber hecho una ardua investigación. Como cineasta, hice una apuesta por cierta desnudez en el lenguaje, en dejar que los personajes respiren como son y en que podamos observarles desde lo íntimo, pero a distancia.
Al mismo tiempo, he visto cómo lo espiritual se colaba en lo formal por muchas rendijas. De la misma manera que lo que no se dicen los personajes es tan importante o más, que lo que se dicen, también he elegido cuidadosamente lo que queda fuera de campo, lo que no se ve... como las figuras o estatuas divinas. Aposté por una única banda sonora: un coro. Esa música coral viste lo cotidiano de otra profundidad, de cierta sensación de poesía, de vulnerabilidad. Lo espiritual está en el convento, pero también fuera de él. No es una dimensión espiritual religiosa, sino emocional. Ese a lgo más invisible que nos rodea a todos. La fragilidad de las cosas. Las pérdidas de personas que amamos. Las rupturas que se producen sin chillidos ni discusiones.
Los primeros amores inciertos. Los abismos que se abren mientras parece que no ocurre nada.
La necesidad de amar o ser amados que nos acompaña toda nuestra vida. La sensación de que todo el mundo necesita creer en algo.