El guion promete más de lo que da. Interesa más la historia de los niños que la de los adultos, que corren paralelas. Hay divorcio entre la buena forma de rodar de Guillermo del Toro y de conseguir las atmósferas y lo superficial y hueco del relato. Los personajes mayores son esquemáticos, maniqueos y eso pesa en el desarrollo de las actuaciones, que salvan dignamente Federico Luppi y Marisa Paredes y algo mejos Eduardo Noriega.
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