Esta ópera prima de Gracia Querejeta nos recuerda las complejas cintas que le producía su padre a Carlos Saura, a las que había que darle muchas vueltas al argumento y alambicar los temas para burlar la censura. Cuando se analiza este largometraje se ve que no hay esa doble intención detrás de su retorcido guion y de sus bellísimas imágenes para arropar una anécdota que resulta corta.
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