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CRITICA
Por: PACO CASADO
En torno a la deserción de un científico ruso que pide asilo político en una embajada norteamericana en un país africano gira todo el asunto de este largometraje que posee un comienzo prometedor, lleno de ritmo e interés y que poco a poco va decayendo hasta convertirse en una trama vulgar y casi sin apenas interés.
Tras los primeros minutos de comienzo la cinta se desarrolla en una buena parte en el interior de la citada embajada, lo que economiza escenarios haciendo también la acción más monótona y ramplona.
El guion peca de algunas ingenuidades y convencionalismos consabidos ya en el género, cuando en realidad al introducir ciertas implicaciones políticas podía habérsele dado una mayor profundidad al tema y no quedarse en la mera superficialidad de un simple film policiaco con asunto de espionaje y contraespionaje de fondo, para variar en esta ocasión del consabido microfilm o cualquier otro tópico semejante.
Fácilmente y a las primeras de cambio se puede apreciar que la película no pretende más que el mero entretenimiento del espectador, con un estilo de película muy a la usanza de los telefilms de la pequeña pantalla, en la que el espectador disfruta al mismo tiempo con algunos rostros que aparecen con frecuencia, conocidos del gran público.
La interpretación de todos ellos es discreta y a la altura de las circunstancias.
La fotografía de Raoul Coutard soporta bien la ampliación y la partitura musical es copiona.
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