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CRITICA
Por: PACO CASADO
El veterano Sidney Lumet nos vuelve a poner un tema importante sobre el tapete: el de la sanidad en una Norteamérica mediatizada por el dinero, a lo que se condiciona la vida de una persona si no tiene un seguro que pague su asistencia en caso de necesitarla y el riesgo que tienen los médicos de las posibles demandas, si llega el caso, ante la vida de un enfermo.
La historia parte de un hombre en fase terminal y dos hermanas que se pelean, una por conservarle la vida, aunque siga en coma y sea un vegetal, la otra por dejarle morir para que no sufra. Pero esto no son posturas morales, sino interesadas ante la herencia a cobrar que se decantaría en favor de una o de otra según el momento de su muerte.
No es ese el único tema que aflora en esta cinta, ya que hay otras figuras sometidas a examen, como el director de la clínica, un doctor alcohólico al que sólo le mueve el interés del dinero, la enfermera jefe que se debate ante la ética de cumplir con su deber y la postura a tomar en cada caso, el joven médico que tras cometer una equivocación al final encuentra la solución salomónica y salva su puesto de trabajo, o los abogados que como aves de rapiña tratan siempre de sacar partido a cada caso.
Una ácida película en la que no faltan otros temas como la solidaridad, la tolerancia, la compasión, la deshumanización de la medicina como estados de cosas de una sociedad que no acaba de funcionar.
Si no resulta más interesante este film es por un guion algo desequilibrado que pone en evidencia la veteranía de una puesta en escena más que aceptable.
Un retrato humano hecho con bastante solidez, con un reparto de actores muy adecuado en el que destaca el buen hacer de Helen Mirren y la corrección de James Spader, bien cubiertos por el resto de los actores.
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