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CRITICA
Por: PACO CASADO
No todos los días se ve una cinta argentina en nuestras pantallas ni se encuentra un film tan amable, delicado e interesante como 'Sol de otoño', que ganó el premio a la mejor actriz para Norma Aleandro en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, que igualmente podía haber obtenido su pareja Federico Luppi, y también el Premio OCIC.
La historia es la de la soledad de dos seres que viven por separado, que un día se encuentran cuando han sobrepasado la barrera de los cincuenta años y entre ellos es aún capaz de surgir la ternura, el amor, la amistad o el cariño a pesar de estar de vuelta de muchas cosas.
Ella es una mujer judía, acomodada, exigente consigo misma, que teme mostrar a los demás sus cualidades, mientras él tiene un pasado, vive humildemente con su pequeño negocio de marquetería rodeado de una vecindad entrañable, con sus problemas de marginación, delincuencia y pobreza.
El inteligente guión sabe aunar todas estas cosas en un relato que comenzó siendo un cuento y que se ha convertido en una maravillosa película, llena de naturalidad, en la que un simple cruce de mirada de esos dos grandes actores recoge más que mil palabras, porque ellos destilan autenticidad en su trabajo y hace que lleguen al público sus sentimientos.
Es un relato de personajes y por ello también de actores que son capaces de dotarlo de entidad propia, de personalidad, de calor humano y de sentimientos, sin solemnidad ni exceso de romanticismo.
Tal vez Norma Aleandro sea menos conocida entre nuestro público a pesar de ser la protagonista del único film argentino ganador del Oscar, La historia oficial, pero su interpretación y su presencia es elegante y brillante.
En Federico Luppi, más habitual en nuestras pantallas, se da la naturalidad como especial característica y convence su sola presencia, su mirada, su forma de expresarse e incluso de escuchar, cosa realmente difícil en un actor. Ellos le dan densidad a los personajes con su actuación, resultando una delicia para el espectador que goza con su trabajo.
Posee unos inteligentes diálogos entre los que se desliza de vez en cuando la ironía, el humor, que nos hace sonreír, la fantasía, el dramatismo y la autenticidad de los sentimientos en armónica mezcla. Su secreto estriba en que sus personajes son simpáticos seres normales, creíbles ciudadanos, que un día reflexionan sobre la falta de cariño que todos tenemos en algún momento de la vida.
El publicista y director que es Eduardo Mignogna lleva la cinta con sensibilidad, ingenio, humanidad y es capaz de narrar la historia de la forma tan primorosa como lo ha hecho. No se la pierdan. Ganadora del Goya a la mejor película de habla hispana.
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