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CRITICA
Por: PACO CASADO
En plena etapa final de la gran época de la comedia norteamericana, en el canto de cisne de directores como Stanley Donen, Vincent Minnelli o Richard Quine, que ya no volvieron a recuperar su antiguo esplendor, uno de los mejores del grupo era Blake Edwards, que acometió una ambiciosa empresa con esta larga y costosa producción que recuperaba en grandes dosis el estilo del cine mudo clásico y el tono chispeante de algunos cómics de acción.
Cuenta aquí la historia de "El gran Leslie", un piloto de pruebas automovilísticas, que se propone demostrar que el automóvil norteamericano es el mejor del mundo.
Para ello convence a la compañía en la que presta sus arriesgados servicios, para que organice una monumental carrera que cubra la distancia entre Nueva York y París.
Leslie necesita un vehículo de características especiales capaz incluso de volar y navegar; será el "Leslie especial".
Otro competidor, el pérfido profesor Fate, está dispuesto a aceptar el reto con su prototipo "El doble Aníbal", construido con piezas robadas a los mejores coches del mundo.
Si ustedes recuerdan 'Desayuno con diamantes' (1961), película dirigida también por Blake Edwards, se habrán dado cuenta que 'La carrera del siglo' (1965) es algo así como aquella extraordinaria fiesta pero ampliada hasta ocupar no sólo el metraje normal de un film completo, sino de larga duración como éste.
Como en aquella fiesta aquí los ingredientes son ingenio, humor, acción, ritmo, imaginación, sentido de dominio absoluto del espectáculo y de la técnica cinematográfica.
Esta última es el elemento que sirve de unión substancial de los anteriores dándoles forma.
Blake Edward hace normal lo exótico, naturaliza todo lo snob, y convierte el ridículo en algo de clase, logrando así algo casi imposible, como es integrar en la vida normal de una manera elegante todo lo sorprendente, cuando observamos en un desfile de modelos esos trajes extravagantes que ninguna mujer se atreve a ponérselos por esas notas de ridículo y snoobismo que poseen, pensemos en Blake Edwards, ya que él haría posible lo espontáneo y no nos chocaría para nada.
Mucho del cine antiguo le ha servido de inspiración.
Aparentemente es muy clara la identificación de los buenos con el color blanco y los malos con los colores oscuros, pero en sus personajes nos damos cuenta que esa moral no resulta tan intransigente, sino que tiene mucho de elasticidad.
Esta cinta es irreprochable en su puesta en escena.
Para hacer el guion el director y su guionista Arthur A. Ross se basaron en una noticia real, pero llevada a cabo sacándole el lado cómico al asunto, reviviendo en algunos momentos escenas que causaron furor en los tiempos del cine mudo, caso de las peleas con tartas a la cara como un homenaje a Stan Laurel y Oliver Hardy.
Hay un dominio del propio reparto de tipo star system a la multiplicidad de situaciones y ambientes.
Blake Edwards monta su gran número sobre la base de una carrera llena de incidentes, sobre la base igualmente de tres personajes muy conseguidos, sobre todo el del malvado profesor Fate, en uno de los mejores trabajos de Jack Lemmon en su faceta cómica.
En este cajón de sastre que supone la carrera, meten de todo, desde escenas de hielos perpetuos hasta ataques de los indios, objetos e ingenios de todas clase, batallas cómicas o incluso una parodia de 'El prisionero de Zenda' (1952) en los metros finales.
Blake Edwards, en lo mejor de su carrera, logra una película hábil, entretenida e inteligente en la que hace normal lo exótico, naturaliza todo lo snob, y convierte lo ridículo en algo con mucha clase.
Mucho del cine antiguo le ha servido de inspiración en esta ocasión.
La comedia resulta irreprochable en cuanto a su puesta en imágenes.
Nos encanta desde la calidad fotográfica de Russell Harlan y el uso del technicolor, hasta la música de Henry Mancini, etc.
Capítulo aparte merece la extraordinaria interpretación de Jack Lemmon, hoy por hoy el actor de comedia número uno del mundo.
Su ductilidad es impresionante y sus cualidades físicas y de simpatía llegan a sorprender muy gratamente.
Oscar a los efectos de sonido. Premio de plata a la mejor película en el Festival de Moscú. Premio de los editores de sonido.
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