Tras hacer ocho series de televisión y una TV movie, debuta en el largometraje el director sueco nacido en Estocolmo Mikael Marcimain con 'Call Girl', ópera prima que ganó el Premio FIPRESCI de la prensa internacional en el Festival de cine de Toronto y que ahora se inscribe en la sección oficial del Sevilla Festival de cine Europeo de 2012.
 El guion de esta película plantea una especie de thriller, basado en un caso real, en el que se investiga la corrupción de los diversos políticos, en la que una serie de ellos se vieron envueltos en un escándalo de prostitución.
 En realidad se centra fundamentalmente en ese mercado del sexo de jovencitas de un orfanato llevadas a esa situación por una especie de Madame que las incita a ello con dinero, vestidos y zapatos caros, para satisfacer la llamada de gente poderosa como políticos y ejecutivos de alto standing.
 La permisiva sociedad sueca de los años 70 luchaba en esos momentos por la liberación de la mujer y la revolución sexual lo que permitía a su vez esta clase de corrupción.
 La historia se sitúa en 1976 en los días cercanos a una campaña electoral, en víspera de reformar la ley en temas sexuales y se centra fundamentalmente en dos de las adolescentes protagonistas, Iris y su amiga, que se suelen escapar del orfanato por las noches o con la excusa de hacer de canguros les era permitida dicha salida, mientras que de fondo se desarrolla de forma superficial la investigación policial que como es habitual tiene que ceder al poder de los que están más arriba.
 El film logra una ambientación notable de la época en decorados, peinados y vestuario a lo que ayudan las canciones que estaban de moda de algunos de los grupos mencionados en la ficha técnica.
 La trama resulta algo confusa y también reiterativa en la manera de presentar las distintas relaciones sexuales de la chicas a las llamadas de la madame exhibiendo sus juveniles cuerpos de adolescentes.
 Valiente en la denuncia de estos hechos de corrupción en donde no siempre pagan sus culpas los que han cometido esos delitos.
  En la interpretación destaca la veteranía de Pernilla August, aunque no sea su mejor trabajo que le conocemos.
 A esta ópera prima de Mikael Marcimain, que tiene oficio adquirido de su experiencia televisiva en la puesta en escena, le sobra metraje y le falta ritmo.