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Sunu Gaal (Nuestro cayuco) aborda la migración en origen, justo en el momento en que se toma la decisión de partir de casa, quizá para siempre. Para Occidente, la migración solo comienza cuando las personas llegan a sus fronteras en una embarcación precaria, deshumanizadas, como si no tuvieran pasado. El documental sigue a jóvenes como Marietou, una chica de 18 años que sueña con viajar a Europa. Ella y sus compañeras de instituto forman parte de una nueva generación de mujeres que reivindica el derecho a migrar y a tener voz en la construcción del futuro de su comunidad.
El documental se adentra en las vidas de chicos y chicas que se encuentran en la frontera entre la adolescencia y la edad adulta, un momento lleno de contradicciones y descubrimientos. Los protagonistas viven en un frágil equilibrio entre preservar su inocencia o asumir nuevas responsabilidades. La película busca capturar la belleza y la vulnerabilidad de un momento irrepetible, donde cada paso puede significar tanto un final como un nuevo comienzo.
Una de las figuras clave del documental es Adama Diémé, un senegalés miembro del equipo y coprotagonista de la historia. Después de dos años de conversaciones y encuentros, conocimos a su comunidad. Esta relación de confianza nos permitió ir más allá de las apariencias, profundizar en sus experiencias y captar la complejidad de sus vidas. El objetivo no era solo mostrar su realidad, sino también reivindicar su dignidad.
En 2024, según Caminando Fronteras, 10.454 personas perdieron la vida intentando llegar a España. La ruta atlántica, considerada la más letal del mundo, se cobró 9.757 vidas, incluidas 1.538 de niños y niñas, convirtiendo la travesía en una de las mayores tragedias humanitarias de nuestro tiempo.
En una sociedad cada vez más amenazada por los discursos de odio y el racismo, el documental apuesta por explicar el mundo que nos rodea y por escuchar atentamente los testimonios de aquellos que son sistemáticamente excluidos, con el objetivo de abrir espacios de resistencia contra las narrativas que alimentan la discriminación.
NOTAS DEL DIRECTOR...
Mi manera de entender el cine implica involucrarse profundamente en la vida y las historias de los protagonistas para mostrar la realidad en toda su complejidad. Todo comenzó hace más de dos años, con encuentros y la búsqueda de protagonistas, y ha terminado con más de 100 horas de material cinematográfico. Mi interés principal son las personas que voy conociendo. La relación no es intelectual ni conceptual, es vital, visceral, intensa y, a veces, incluso imposible. La poética de la película surge de este intenso encuentro entre personas.
Mi objetivo ha sido acompañar, escuchar y compartir el día a día con los protagonistas, sin forzar ni imponer nada. He preparado el proyecto con ellos, estableciendo un diálogo constructivo para hacerles partícipes de la creación y así contar su historia, no aquella que solo imaginamos, como tantas veces se ha hecho desde la época colonial. En este sentido, me he inspirado en las ideas del cineasta Jean Rouch y su equipo, quienes buscaban hacer un cine colaborativo, junto a las personas a las que filmaban en África.
He querido romper con los clichés visuales y narrativos sobre el continente africano, abandonando las imágenes tópicas y genéricas que solo buscan el exotismo y la tragedia. El resultado es una narrativa visual que evita el espectáculo y apuesta por el realismo crudo, donde la belleza reside en la sinceridad del momento vivido, no en la dramatización.
Quería construir una película tejida de palabras. Los protagonistas hablan, se interpelan y discuten sin descanso, creando un diálogo vivo y apasionado que impulsa la narrativa. La vehemencia, la intensidad y la energía expresiva de los personajes se ponen al servicio de defender ideas o relatar tragedias con una fuerza cautivadora. Mi objetivo es que el espectador escuche, se adentre y sienta cómo las historias toman forma, desafiando prejuicios y apostando por una mirada empática.