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INFORMACIÓN
Titulo original: Inherent Vice
Año Producción: 2014
Nacionalidad: EE.UU.
Duración: 148 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 16 años
Género: Comedia, Drama
Director: Paul Thomas Anderson 
Guión: Paul Thomas Anderson. Basado en la novela de Thomas Pynchon  
Fotografía: Robert Elswitt 
Música: Johnny Greenwood  
FECHAS DE ESTRENO
España: 13 Marzo 2015
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Warner Bros.


SINOPSIS

La exnovia de un detective adicto a las drogas, le cuenta una historia sobre su actual novio, un multimillonario constructor, y como la esposa de éste y el novio de ella pretenden secuestrarlo... 

INTÉRPRETES

JENA MALONE, JOAQUIN PHOENIX, REESE WITHERSPOON, JOSH BROLIN, SASHA PIETERSE, OWEN WILSON, BENICIO DEL TORO, MICHAEL KENNETH WILLIAMS, ERIC ROBERTS, WILSON BETHEL, MARTIN SHORT, SAM JAEGER, KATHERINE WATERSTON 

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   “Puro vicio”, la adaptación de la séptima y más divertida novela de Thomas Pynchon, es también la séptima película escrita y dirigida por Paul Thomas Anderson, y la primera adaptación al cine del legendariamente inventivo y culturalmente caleidoscópico trabajo de Pynchon. Con un corte bastante sombrío, la historia se sumerge de cabeza en la neblina y los neones de la contracultura estadounidense sirviéndose de una reinterpretación del clásico relato de detectives.

  “Las investigaciones del protagonist rezuman tristeza”, afirma Paul Thomas Anderson, “el sentimiento de que esa promesa en la que la gente creía en aquella época se había esfumado. Es un de los temas recurrentes en la obra de Pynchon desde siempre. Cuando hice la película, traté de sumergirme en la inquietud de Pynchon por el destino de los Estados Unidos”.

 
La cita que abre la novela de Pynchon tiene su origen en un famoso graffiti radical garabateado durante las protestas del mayo del 68 parisino: “Sous les pavés, la plage!” (“La playa bajo los adoquines”). De hecho, la mítica casita en la playa de Doc Sportello en Gordita Beach, con toda su nostalgia y sus alegrías, parece enfrentarse cada vez más a fuerzas tan implacables como el hormigón.
Pynchon se refiere a los 60 como “ese pequeño paréntesis de luz”, y la película, al igual que el propio Doc, está imbuida de la fascinación que produce esa luz, aunque la historia se desarrolle también en un lugar alejado del final de ese paréntesis, en un momento marcado por la agitación y las turbulencias.
 
  Desde la década de los 60 del siglo pasado, Thomas Pynchon es considerado una voz destacada dentro de la literatura estadounidense que ha buceado directamente en el caos polifacético y caleidoscópico de la vida moderna.
  De hecho, el trabajo de Pynchon es tan salvaje, tan famosamente indomable, que da paso a una profunda ironía: estábamos ante un novelista que usa con profusión citas de la historia del cine en toda su obra, profundamente influido por el flujo temporal del cine, pero cuyas novelas nunca se habían trasladado a la gran pantalla. Se trata, quizás, de otra capa dentro de la mística de Pynchon.
  Al igual que todo el trabajo de Pynchon, ‘Puro vicio’ forjó su propio mundo. Pero se trataba de un Los Ángeles sui generis poseído por el espíritu del sexo, las drogas y el rock and roll. Depuró la esencia de los años 70 como una especie de punto de inflexión, ese momento en el que las tribus de outsiders de la costa —hippies, freaks, surfers, bikers, drogatas, místicos, roqueros— se toparon de bruces con los cárteles mundiales, el auge del consumismo, la falsa espiritualidad, los barrios de nueva construcción y la paranoia política y personal que pronto pasarían a formar parte del tejido estadounidense cotidiano.
  Pynchon fusionó a la perfección las culturas de playa y hippie, y es que Doc Sportello es autor de los inquisitivos diálogos típicos de un detective bajo los efectos de la hierba, para introducir a continuación su persistente inquietud acerca de las fuerzas invisibles presentes en la sociedad estadounidense y la idea del destino del país.
   Y, sobre todo, animó el libro con numerosas frases, personajes, chistes y música con chispa hasta el punto que Rolling Stone la describió como un “resumen magistral de todo lo que hace de él [Pynchon] una voz estadounidense única y enorme.

 
¿Pero sería posible trasladar finalmente por primera vez a la gran pantalla la electricidad verbal y policromía de la forma de ver el mundo de Pynchon? El director Paul Thomas Anderson, que ha atesorado su propia colección de historias cinematográficas vivamente cinematográficas de soñadores y buscadores, decidió aceptar el desafío.
  Comenzó a escribir mientras todavía estaba trabajando en “The Master”, y se trató de un proceso. En un primer momento, adaptó toda la novela frase por frase para poder trabajar con todo el montón de personajes, giros de la trama y diálogos de forma global.
  Al mismo tiempo, estaba pensando en cómo capturar visualmente la experiencia puramente visceral de trabajar en una novela de Pynchon. “Mis mejores experiencias como lector de sus libros se han producido cuando me he dejado llevar, cuando no esperaba nada, cuando no sabía nada y simplemente me rendía y dejaba mecer por las olas que creaba”, comenta Anderson. “No puedes resumirlo y, en ocasiones, resulta simplemente imposible definir qué es, aunque lo sientes”.
  Al igual que en la novela, la producción debía analizar el propio estado de paranoia —ya sea inducido por las drogas o por la vida— en un coctel de comedia, ingenio y peligro. A propósito de la fascinación de Pynchon por la paranoia tanto a nivel individual como social, Anderson afirma: “El propio Pynchon lo explicó a la perfección en ‘El arco iris de gravedad’: ‘Los paranoicos no son paranoicos en sí mismos, sino porque, como los pobres idiotas que son, siguen metiéndose en situaciones paranoicas”.
  Anderson menciona como una de sus principales influencias en cuanto a la estética de la película el cómic underground ‘The Fabulous Furry Freak Brothers’, creado en 1968 por Gilbert Shelton, y en el que se narraban las desventuras de los tres hermanos Freak Brothers, unos fumaos eminentemente torpes, en unos dibujos lineales dotados de una calidez divertida y genial.

 
El Gran Los Ángeles de aproximadamente 1970 que aparece en ‘Puro vicio’ es una tierra de contradicciones: en expansión aunque claustrofóbica, llena de luz, pero en la que resulta fácil perderse.
  Aunque la fluidez se presta muy bien para la narración literaria, el problema al que se enfrentaba Paul Thomas Anderson era cómo convertir la prosa de Pynchon en una experiencia cinematográfica extática y de trance. La película debía crear un mundo propio y atractivo que tuviera tirón con el público y le hiciera conectar con la necesidad de Doc de sondear los misterios de Shasta, Mickey Wolfmann y el Colmillo Dorado. Pero Anderson también quería que ese mundo resultara natural y cercano, además de desenfadadamente cómico, pero sin ser demasiado artificial.
  El director artístico afirma que todo comenzó con unos extensos viajes por las carreteras que rodean Los Ángeles, a través de la maraña de autopistas y cañones, buscando las pistas perdidas de los 70 y los paisajes en los que podría haber vivido Doc. “Fue un período de investigación bastante largo”, señala. “Visitamos una y otra vez distintos lugares y el proceso con Paul fue muy intuitivo, ya que trataba de reaccionar en el momento a los lugares viendo cómo encajaban con el tono que tenía en mente”.
  Aunque el lenguaje de Pynchon siempre fue una influencia subyacente, el director artístico explica que llegó a fusionarse con la visión de Anderson. “Lo que me encantó del guion es que pensé que Paul había captado la esencia de Pynchon haciéndola accesible para el público cinematográfico”.
  El diseñador de producción señala que Anderson apuesta cada vez más por un naturalismo flexible y sin restricciones en sus últimas cintas. “Está más y más interesado por lo orgánico”, “y puedo comprender por qué ese planteamiento le resulta tan atractivo. Para mi trabajo, eso supuso colaborar con él localización tras localización. Teníamos en mente todos los elementos temáticos del film, pero la idea era no pegarnos nunca demasiado a ellos”.
  “Es un período complicado en todos los sentidos”, reflexiona el diseñador artístico. “Se produjo después del flower power, pero antes de que llegara de verdad el estilo de los 70. Eso es lo que tenía de interesante, pero también existía el riesgo de que el diseño resultara una mera colección de elementos bizarros. Eso suponía la mitad del problema: encontrar elementos que reflejaran esa época pero que no destacara ni distrajeran demasiado”.
  La película discurre por más de 60 localizaciones, desde el restaurante Chowder Barge de San Pedro hasta una laberíntica propiedad de Topanga perteneciente a una pareja de artistas o un terreno de Lancaster que reproducía la estética del Salvaje Oeste de las obras de Channel View Estates.
  “Se trataba de un proyecto muy interesante en el que no seguimos un plan rígido, sino que siempre estábamos abiertos a introducir cambios en el momento, y eso encajaba muy bien con la historia”.
  Puesto que la película transcurre a caballo entre los años 60 y los 70, el diseñador de vestuario apostó un poco más por esta última década, sugiriendo la llegada inminente de la era del dorado y el glam.

 
Tras la producción, Anderson se encargó del montaje del numeroso material junto con Leslie Jones. Jones, al igual que Anderson, empezó por sumergirse en la inmensa consciencia del universo de Pynchon. “El estilo y el ritmo de Pynchon son únicos. Fue una poderosa inspiración para la adaptación de Paul, y siempre nos influyó a la hora del montaje”, recuerda. “Creo de verdad que la espontaneidad de Paul con los actores, y su facilidad para trabajar detrás la cámara, se complementan a la perfección con el lenguaje de Pynchon”.

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