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Etiquetas: DramaFrancia2020Mounia Meddour Gens
PAPICHA
INFORMACIÓN
Titulo original: Papicha
Año Producción: 2019
Nacionalidad: Francia, Argelia, Bélgica, Qatar
Duración: 108 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Género: Drama
Director: Mounia Meddour Gens
Guión: Fadette Drouard, Mounia Meddour Gens
Fotografía: Léo Lefèvre
Música: Rob
FECHA DE ESTRENO
España: 7 Agosto 2020
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
BTeam


SINOPSIS

Nedjma es una estudiante universitaria que intenta que los acontecimientos de la guerra civil que empiezan a ocurrir a su alrededor no le impidan vivir una vida normal, salir de noche con su mejor amiga Wassila y vender vestidos hechos por ella en los baños de las discotecas. Mientras la sociedad se vuelve más conservadora, ella decide luchar por su libertad y independencia organizando con sus amigas un desfile en la Universidad...

INTÉRPRETES

MARWAN ZEGHBIB, SHIRINE BOUTELLA, AMIRA HILDA DOUAOUDA, YASIN HOUICHA, NADIA KACI, LYNA KHOUDRI

MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS

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Festivales y premiosPREMIOS Y FESTIVALES

- Cesar's: 2 Nominaciones
- Festival de Cannes 2019
- Seminci de Valladolid 2019: Premio Pilar Miró Mejor nuevo director, Premio del público

Informacion exclusivaINFORMACIÓN EXCLUSIVA

CONTEXTO HISTÓRICO...
   Lo que se llamó la “Guerra Civil Argelina” o la “Década Negra” es el conflicto que enfrentó al gobierno contra diversos grupos armados de integristas islámicos a partir de 1991. El conflicto causó 150.000 muertos, decenas de millares de exiliados, y hasta un millón de desplazados.
  Históricamente, el conflicto tiene sus raíces en los problemas económicos de finales de los años 80, cuando se produjo una caída del precio del petróleo, que es la principal fuente de ingresos del país. En octubre de 1988 estallaron las revueltas, que reclamaban mejores condiciones de vida y más democracia.
  El gobierno del FLN, único partido existente en la época, se avino a hacer reformas. Así aparecieron varios partidos políticos. Entre ellos el Frente Islámico de Salvación (FIS), que estuvo a punto de ganar las elecciones en 1991, cuando su proyecto no era otro que el de instaurar un régimen islámico.
  El poder reaccionó anulando la segunda vuelta de las elecciones, y prohibiendo el FIS. De ahí surgió el Movimiento Islámico Armado (MIA), que dará pie al Grupo Islámico Armado (GIA) y al Ejército Islámico de Salvación (AIS). Aunque también se pelearon entre ellos, los dos grupos multiplicaron los asesinatos y los secuestros, y mantuvieron aterrorizada a la población civil. El miedo acabó transformando profundamente los usos y costumbres de la sociedad argelina.
  La escalada de violencia llegó a su apogeo en 1997, con las masacres perpetradas por el GIA en Rais, en agosto, y en Bentalha, en septiembre. La estrategia de muerte a gran escala causó división, incluso en el seno del GIA. Algunos de sus miembros lo abandonaron para formar el Grupo Salafista por el Rezo y el Combate (GSPC), que se convertirá en el Al Quaeda del Maghreb Islámico (AQMI).
  Cuando llegó a la presidencia Abdelaziz Bouteflika, en 1999, el conflicto se dio por zanjado, porque se promulgó una amnistía, tanto de algunos miembros del GIA como de militares que respondieron a la violencia con más violencia. Bouteflika utilizará durante mucho tiempo el fantasma de la Guerra Civil, autoproclamándose como el único muro de contención contra el caos.

ENTREVISTA A LA DIRECTORA...
¿Cómo ha sido su vida antes de llegar a Papicha?...
Cursé todos mis estudios en Argelia, incluido un año de periodismo, durante el cual viví en una residencia muy parecida a la que aparece en la película. Al cabo de aquel año, cuando apenas tenía 17 años, mi familia decidió abandonar el país. Los intelectuales estaban en primera línea de fuego. Mi padre, que también es cineasta, recibió amenazas. Estábamos de lleno en lo que se acabó llamando la “Década Negra”.
Así fuimos a parar a Seine-Saint-Denis, en las afueras de París. El ayuntamiento de Pantin había agilizado los trámites, pues ya había acogido a numerosas familias de artistas e intelectuales argelinos.
Cuando llegué a Francia, me matriculé en una licenciatura de Información y Comunicación, y me interesé por el cine documental. Tuve la suerte de conseguir una beca en La Fémis, cofinanciada por el Instituto Francés de Argelia. Mientras continuaba con los documentales, rodé un pequeño corto de ficción, Edwige (2012), y ya me puse con el proyecto de Papicha.

¿Papicha es una película autobiográfica?...
Sólo en parte. Las vivencias de estas chicas en la residencia de estudiantes refleja bien lo que viví yo misma a finales de los 90, cuando la subida del integrismo, con toda esa presión a nuestro alrededor.
Pero el atentado en la residencia es un recurso dramático de ficción. Lo mismo que la pasión de Nedjma por la moda, que cobra una dimensión simbólica, porque lo que querían los islamistas en aquella época era ocultar el cuerpo de las mujeres.
Para mí, la moda que consiste en mostrar y embellecer el cuerpo, es un medio de resistencia contra el velo negro.
Como espectadora, me gusta poder identificarme con los personajes, seguir así más de cerca su trayectoria y sus aventuras. Disfruto viendo cómo superan dramas y obstáculos para convertirse en mejores personas. Así que construí el guion alrededor de Nedjma. Tenía ganas de contar la historia de esta joven que, a través de su actitud de resistencia, nos embarca en un gran viaje, lleno de obstáculos, que nos permite descubrir varias facetas de la sociedad argelina. La manera que tienen de ayudarse entre ellos.
El amor, la amistad, y todos los problemas.
La residencia universitaria viene a ser como un microcosmos de toda la sociedad.

¿Cómo fue el proceso de escritura del guion?...
Tenía este proyecto en la cabeza desde mucho tiempo atrás, pero tuve que esperar para poder dedicarle el tiempo que requería. También necesitaba un poco de perspectiva, pasar una suerte de duelo por ese periodo de mi vida que había dejado atrás. Y tenía que formarme: aprender a escribir un guion, la puesta en escena, la dirección de actores, etc.
Pero, en cuanto tuve decidido que iba a transmitir mis experiencias en forma de ficción, la escritura fue instintiva y veloz.
Escribía compulsivamente, como si me lo estuvieran dictando. Estaba empeñada en ser fiel a todos los detalles, desde mis propios recuerdos hasta la música que escuchaba en aquel entonces.
Nos planteamos hasta dónde podíamos ir con el tema de la violencia. Trabajé mucho la estructura, y acabé condensando, en unas pocas semanas, una evolución que en realidad duró varios años. También queríamos marcar una cierta progresión: por eso aparecen carteles islámicos primero en el exterior de la Universidad, luego en el interior, y finalmente hasta en el comedor. Esas patrullas de mujeres con velo, que se metían en las habitaciones de las estudiantes, existieron de verdad. Volvían una y otra vez a interrumpir las clases.

¿Cómo construyó el personaje de Nedjma?...
Tenía claro que tenía que venir de un barrio popular. Hay muchas chicas que trabajan muy duro para poder tener acceso a la Universidad. Para estudiar, por supuesto, pero también para poder disfrutar de un poco de libertad, alejarse de la familia, que puede ser como una camisa de fuerza, personificada por el padre o el hermano. La Universidad, en cambio, era un espacio de libertad. Nedjma es una joven combativa, que sueña con poder quedarse en su país.
A pesar del peligro, la vida seguía. La gente seguía yendo a trabajar, al colegio, saliendo incluso a divertirse. Pero en el caso de Nedjma, después de la muerte de su hermana Linda, su pulsión de vida se transforma en rabia, que es lo que la lleva hasta planear ese desafiante desfile de moda. Ella no está contra la religión. Pero lucha contra todos los abusos cometidos en su nombre.
Diseñar vestidos es, para ella, un proceso de duelo. Cuando uno atraviesa un periodo de duelo, necesita hacer algo, estar activo.
Pero ella no conseguirá aceptar la muerte de su hermana hasta el momento en el que vuelve a visitar su tumba. Sólo entonces conquista una cierta paz.
Por su lado, el personaje de Linda es un homenaje a los cientos de periodistas e intelectuales que fueron el objetivo primordial de los islamistas, antes de que su locura asesina afectara a toda la población. La muerte formaba parte del día a día. Desaparecieron muchas personas a nuestro alrededor, amigos de la familia y gente muy próxima.

¿Cómo se imaginó a las amigas de Nedjma?...
Su mejor amiga, Wassila, es mucho más romántica que Nedjma. Cree en el amor, y acabará atrapada en una historia de amor imposible. Kahina sueña con irse a vivir a Canadá, porque en aquel momento el cantante canadiense Roch Voisine era el ídolo de todas las adolescentes. Todas las chicas soñaban con poder irse lo más lejos posible. Samira, a pesar de que es la más religiosa de todas ellas, acabará siendo el detonante de la idea del desfile. Es ella la que siempre recuerda a Nedjma que no hay que darse por vencida. El desfile las acaba uniendo a todas. Todas las chicas de la residencia acaban contribuyendo a ese momento inédito de liberación. El campus era para nosotras un lugar de libertad en el que podíamos estudiar, pero también bailar, escuchar música. Sólo tengo recuerdos felices de aquella época. A mi manera, yo también sabía cómo taparme los ojos, con tal de no ver todo lo que estaba ocurriendo.

¿Por qué decidió rodar la película en Argelia?...
Era natural y primordial rodar en Argel. Es la ciudad en la que he crecido. Rodamos algunas escenas de campus en Tipaza, en un complejo turístico construido por Fernand Pouillon: un lugar que no ha sido reformado y que suele estar vacío, en el que, gracias al talento de mi directora artística, Chloé Cambournac, pudimos reconstruir las habitaciones y el comedor.
En Argel, rodamos en la casbah, cuando Nedjma es seguida por ese chico que trata de ligar con ella haciendo gala de demasiada imaginación. Es lo que ahí llamamos un “hististe”, a partir de la palabra argelina para pared, porque esos jóvenes sin nada que hacer se pasan el día apoyados en las paredes de sus casas. Rodar en mi país me permitía dar a la película una capa de verdad casi documental. En el bus, por ejemplo, cuando vi a ese vendedor con aquella gestualidad tan particular, que jugaba con las monedas, y tenía esas manos tan negras, enseguida me imaginé una escena con él. Me gusta mucho fusionar la realidad y la ficción. También quería reflejar la manera que tienen de hablar en mi país, que es muy creativa y a menudo hilarante.

¿Se refiere a esa mezcla singular de árabe y de francés?...
Es lo que llamamos el “françárabe”, que consiste en coger una palabra francesa y “argelinizarla”. Ahí se mezclan constantemente todos los idiomas, y quería que la película se impregnara de ese ritmo y de esa riqueza, y digo “riqueza”, porque realmente me parece muy enriquecedor. Algo específicamente argelino. Para mí era muy importante desarrollar la película en esa ciudad que, paradójicamente, se caracteriza por su alegría de vivir. “Papicha” también es una palabra típicamente argelina, y significa “mujer divertida, bonita, liberada”.

Las autoridades cinematográficasargelinas pusieron algún problema por el tema de la película?...
Argelia está traumatizada por aquella “Década Negra”, pero la sociedad necesita todavía exorcizarla, aunque ya hayan transcurrido 20 años. Cada vez que hablaba del rodaje con gente del equipo o de la calle, sentía esa necesidad vital de transmitirlo. Hablar de ello es importante, sobre todo para que no se vuelva a reproducir.
Hoy en día lo que denuncia la población es la mala gestión económica y social del país. Es por eso que la gente sale en masa a la calle, y pide un cambio. Hemos aprendido de la Historia. Recordemos que hubo hasta 150.000 muertos. Hoy, por suerte, las reivindicaciones ya no son de orden religioso. La gente sólo quiere vivir mejor.

Ha rodado las caras y los cuerpos muy de cerca, ¿por qué?...
Lo discutí mucho con mi director de fotografía, Léo Lefèvre. Quería que fuese al mismo tiempo una película poética y visceral, inmersiva y orgánica. Sabía que iba a ser un plan de trabajo muy ajustado. Cinco semanas de rodaje, seis días a la semana. Teníamos que estar muy seguros de lo que queríamos rodar.
Una película que habla de la pulsión de vida tiene que tener un estilo febril.
Partíamos del punto de vista de Nedjma, y necesitábamos descubrir al resto de los personajes a través de su mirada.
Así que la cámara tenía que estar muy cerca de ella, siguiendo cada uno de sus movimientos, cuando cose, cuando busca, cuando encuentra…
Para las escenas más corales, teníamos marcas en el suelo con los movimientos de cada una de las chicas. Y luego hubo un trabajo de montaje muy potente con
Damien Keyeux. Quería que el montaje fuese incisivo y nervioso, en sintonía con la vitalidad de Nedjma, nuestra heroína, que es la encarnación de esa juventud argelina sacrificada, que sin embargo nunca cedió al miedo.

¿Cómo surge la idea del desfile de “haiks”?...
El origen de la idea fue de tipo económico.
Me pregunté cómo esta chica de origen humilde podía conseguir los medios para crear una colección de ropa. En Argelia, todas las chicas tienen un “haik” en su casa. Esta prenda tradicional, que consiste en una larga pieza de tela que se enrolla alrededor del cuerpo, fue en su día el símbolo de la resistencia nacional argelina contra el colonialismo francés.
En aquel entonces, las mujeres escondían las armas de los combatientes en sus haiks, y me pareció interesante utilizarla simbólicamente. Una manera de mostrar que la mujer siempre ha resistido, codo a codo con los hombres, ya sea frente al colonialismo o frente al terrorismo islámico.
El color también es importante, porque el blanco representa la pureza y la elegancia de la mujer argelina. Es la antítesis perfecta del negro impenetrable del nicab, importado de los países del Golfo.

¿Cómo concibió cada uno de los modelos?...
A lo largo de la preparación del filme, acumulé mucha documentación: referencias visuales, inspiraciones, modelos de grandes creadores, cosas que fueran fáciles de reproducir por una estudiante apasionada por el estilismo. A partir de todo esto, nuestra jefa de vestuario,
Catherine Cosme, ha hecho un trabajo extraordinario: toda una colección a partir del haik.

¿Por qué escogió a la joven Lyna Khoudri para el rol de Nedjma?...
Desde el principio, la protagonista tenía que ser argelina. Cuando la conocí, enseguida me conquistó esa combinación de fuerza y de fragilidad. Me gusta esa alquimia. Hay en ella mucha inocencia, pero al mismo tiempo mucho rigor y una exigencia de verdad. Hablando con ella, descubrí que su historia personal y la mía no son demasiado distintas. Su padre era periodista, y su familia tuvo que huir de Argelia en los 90. Ella también tuvo que volver a construirlo todo, igual que yo. Nunca hubiera podido encontrar a otra actriz que comprendiera tan bien el personaje de Nedjma.

¿Y las otras chicas?...
El personaje más complicado de encontrar fue el de Wassila. Tenía que ser alguien muy extrovertido, natural, y que hablara el idioma. No encontraba a nadie que encajara. Pero, por suerte, una directora de casting argelina nos puso en contacto con esta joven youtuber, Shirine Boutella.
Es muy intuitiva, y gracias a su inteligencia y a su sed de conocimiento, enseguida captó la esencia del personaje. Kahina, interpretada por Zahra Doumandji, que en la película sólo sueña con largarse del país, es doctora en biología en la vida real. Su sensualidad alegre e inocente simboliza a la perfección a todas las mujeres argelinas.
Amina Hilda Douaouda, que da vida a Samira, es una actriz extraordinaria. Parece que le salga naturalmente, y tiene actitud de rapera. A las otras las recluté buscando en Instagram, en YouTube, o en el circuito de stand-up.

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