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LAS APARIENCIAS
INFORMACIÓN
Titulo original: Les Apparences
Año Producción: 2020
Nacionalidad: Francia, Bélgica
Duración: 108 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 12 años
Género: Thriller
Director: Marc Fitoussi
Guión: Marc Fitoussi, Sylvie Dauvillier. Basados en la novela escrita por Karin Alvtegen-Lundberg
Fotografía: Antoine Roch
Música: Bertrand Burgalat
FECHA DE ESTRENO
España: 16 Julio 2021
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Adso Films


SINOPSIS

Eve y Henri forman un matrimonio aparentemente feliz, con un hijo en común. La pareja lleva una vida privilegiada en el seno de un pequeño círculo francés afincado en la capital austríaca. Ellos son "la crème de la crème". Sin embargo, esta imagen perfecta se desmorona cuando ella sospecha que su marido la puede estar engañando. Es entonces cuando trata de vengarse y esto los llevará a una espiral irreversible...

INTÉRPRETES

KARIN VIARD, BENJAMIN BIOLAY, LUCAS ENGLANDER, LAETITICA DOSCH, PASCALE ARBILLOT, EVELYNE BUYLE, MARTINE SCHAMBACHER, CATHERINE DAVENIER, LAETITIA SPIGARELLI, LAURENCE BIBOT, RAPHAËLLE BRUNEAU, LAZARE GOUSSEAU, XAVIER DE GUILLEBON

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ENTREVISTA AL DIRECTOR...
¿Qué le interesó especialmente del libro de Karin Alvtegen que está adaptado?...
Después de mi primer largometraje, “La vie d’artiste”, la productora Christine Gozlan se acercó a mí y me pregunto si estaba interesado en adaptar una novela. En ese momento, me interesaba más escribir otras historias originales, pero le dije a Christine que si me lanzaba a adaptar una novela, sería más bien del género policíaco y, en especial, de una autora que me gusta mucho como es Patricia Highsmith. Pero como todos los derechos de Highsmith están en manos de Sydney Pollack, era muy difícil imaginarse un proyecto como ese. Sin embargo, Christine Gozlan siguió investigando y descubrió esta historia detectivesca sueca que podía parecerse a las de Highsmith. Me pidió que la leyera para ver que me parecía. La leí, tuve mis reservas, precisamente por eso me sentí libre de adaptarla a mi manera. Me dije que no me dejaría aplastar por el peso de la fidelidad.

¿Cuáles fueron estas reservas y qué cambios provocaron?...
El libro se desarrolla en Estocolmo y no habla en absoluto de toda la comunidad de expatriados franceses. Esta es la historia de una mujer que descubre que su marido la engaña, ella no se atreve a enfrentarse a él y prefiere atravesar carreteras secundarias para intentar recuperarlo. En la novela ya encontramos los correos electrónicos. Lo que me pareció problemático fue que no había ningún contexto que explicase el silencio de la mujer a su marido y la incapacidad de concebir una separación. De ahí nace mi idea de inventar este contexto de expatriados de clase alta, la prestigiosa profesión del marido… Este entorno cerrado de personalidades tenía un aspecto a chabroliano que me gustaba. La burguesía de provincia francesa tiene a día de hoy una faceta muy arcaica y anticuada.

“Las Apariencias” empieza como una comedia social, después evoluciona hacia un tono más serio, incluso inquietante...
Se asume una mezcla de géneros. Al principio podría ser un estudio de los franceses en el extranjero. Escogí Viena porque se correspondía bien con el trabajo de Henri como director de orquesta. Socialmente, la pareja está en lo alto de la pirámide. La mezcla de géneros se introduce muy pronto gracias a la música, creando una leve amenaza desde el inicio. También encontramos el plano en el que Ève sube una gran escalera hitchcockiana en busca de su marido: ahí sentimos que no será tan solo una comedia costumbrista.

El título de la película se nos presenta en todos los niveles: marital, familiar, social y moral...
Sí, y aparece en el diálogo final de Benjamin Biolay. La película se realizó con el título provisional “Valses de Vienna”.
Tenía miedo a equivocarme, de que la gente pudiese pensar que se trataba de una película sobre Johan Strauss. Así que tuve que rectificar, pero me gustó la idea de un vals, que simboliza las relaciones entre todos los personajes. Cada uno pasa su tiempo siguiendo a los demás o siendo seguido. Las apariencias, de hecho, se aplican a todos los personajes, incluidos los secundarios.

“Las Apariencias” conciernen también a Viena, la ciudad del vals y de los pasteles, pero también la capital del país donde se produjeron acontecimientos sórdidos, por no hablar del pasado nazi…
Totalmente. La elección de Viena me permitió crear un personaje como Jonas. Es el único austríaco con el que Ève establece un verdadero contacto y es un loco de atar. Esta comunidad de expatriados podría haberse ambientado en África, o en Brasil, pero me habría molestado que el mundo “exterior” a su comunidad pudiese haber sido retratado de esa manera. Jonas encarna el lado más oscuro de Austria. Viena, dentro del imaginario del cine, puede referirse tanto a Lubitsch o Sissi como a Haneke o Seidl.

Ève y Henri comenten actos hostiles, francamente repugnantes, que van desde el engaño hasta el crimen, pero nunca llegan a disgustarnos del todo. ¿Se aseguró de esta ambigüedad moral y de no condenar completamente a sus personajes?...
Absolutamente, y creo que la elección de la actriz fue decisiva: sólo Karin Viard consigue cosas horribles sin dejar de ser eminentemente entrañable, y no sólo en esta película. Tiene una simpatía virtuosa, incluso cuando su personaje comete acciones ruines, estamos con ella. Por ejemplo, es dichoso verla enviar sus correos electrónicos mientras está a punto de destruir la vida de un rival. La ambigüedad moral del film me hizo difícil encontrar financiación. Hoy en día se exige que los protagonistas lleven de la mano al espectador, siendo irreprochables, pero para mí, eso es lo que me molesta del cine, sobretodo en el marco de un thriller.

Jonas también está dividido, primero es un seductor juvenil y luego un acosador...
Al principio es un personaje de comedia romántica, como amor a primera vista en “Notting Hill”, luego descubrimos su verdadera naturaleza de acosador obsesivo. Se nos anuncia el peligro desde el momento que vemos su pulsera electrónica en la ducha. Mi deseo por generar giros y vueltas en la historia me alejó de la novela, a la que le faltó toda esta parte de giros dramáticos y morales.

Por su parte, Henri no es tan antipático como parece...
Es un hombre silencioso que sabe más de lo que creemos. Finalmente es muy lúcido sobre su relación y su condición social. Ève está preocupada por perder a su marido y su rango social, mientras que la historia entre Henri y la profesora Tina es efímera. Me gusta la idea de que Ève pueda pensar que el peligro viene de esta chica cuando en realidad, esté en otra parte. Ella se equivoca por completo cuando cree que va a perderlo todo por culpa de la profesora, cuando es Jonas el verdadero peligro.

Aunque hay una elipsis, suponemos que es Tina quien proporciona a la policía la prueba de la culpabilidad de Ève y Henri. ¿No es ella también un peligro para la pareja?...
Me gusta la idea de que esta joven se vengue al final con una jugada “digna” de la propia Ève. Ella consigue su venganza a través de la legalidad, por lo que es una venganza que tiene una dimensión moral. Me imaginé a Tina como una mujer que quizás se podía convertir en Ève, un poco como en la Ève de Mankiewicz. Ella quiere acercarse a ese entorno social a través de su historia de amor con Henri, probablemente porque quiere formar parte de él. Tiene un aspecto ligeramente mitómano, oculta siempre su pasado, pero Ève también oculta sus orígenes modestos. No quería que Tina apareciera como una rival amenazante, no intenté hacer a Laetitia (Tina) más bella que ella. Y me pareció interesante que hubiera un cansancio en Henri. Creemos que, a diferencia de Tina, la cual quiere encajar, él intenta salir de ese entorno de clase burguesa porque le aburre. En relación a este entorno social, su deseo es también el opuesto al de su mujer.

Es irónico que la contraseña de internet de Tina sea “Kosmetic” ya que ella es el personaje femenino menos cosmético, maquillado y cuidado de la película. Es como si esta contraseña fuera una traducción de su inconsciente, de lo que aspira a ser en secreto...
Completamente. Esta palabra la hace soñar, en el fondo le gustaría formar parte del grupo de Ève y sus amigas.

Internet también es un personaje de la película, y usted muestra todos los aspectos de estas nuevas tecnologías, que son tanto una herramienta práctica para la vida cotidiana como un terrible instrumento de vigilancia y de manipulación...
Sí, Ève descubre que está siendo engañada a través de esta tecnología y después tratará de vengarse a través de la misma herramienta. Desde este punto de vista, la película es fiel a la novela. Fue un reto introducirlo en la puesta en escena, pero Karin me dejó asombrado. Se ponía a jugar sola delante del ordenador, derrumbándose, recuperándose y regodeándose de su venganza, todo en tiempo real, fue admirable. En esos momentos sentía un verdadero placer cinematográfico al observarla, como en el momento que busca y descubre la contraseña de Tina. En la película, introduzco el elemento de Internet antes de las aventuras maritales de Ève, como al principio, cuando habla con su madre por Skype. Internet, Skype y el correo electrónico son muy importantes para los expatriados que viven lejos de casa y necesitan acercarse a sus familias y a su país.

Ève y Henri viven en el lujo, Tina y Jonas pertenecen a la clase trabajadora y tienen un curso de vida complicado. ¿La película es también política?...
Sí. Ève muestra cierto desprecio por Jonas y esto está en parte relacionado con su diferencia social. En un momento dado, Jonas le dice a Ève que le gustaría vivir con ella una vida de amor y de bohemia. Eso es justo lo que odia ella, todo lo que ha rechazado desde hace tiempo para poder pertenecer a su nuevo entorno burgués. Ève (cuyo verdadero nombre es Evelyne) también se avergüenza de su madre, nunca la ha presentado a sus amigos vieneses. Este subtexto de “lucha de clases” no es el corazón de la película, pero está presente y lo asumo completamente. Vuelvo a las dificultades de financiación: los socios financieros consideraban que “Las Apariencias” era una película de género, pero lo que les generaba ciertas dudas era que la película solo tratase de “problemas de ricos”.
Sin embargo, hay una oposición de clase latente en esta historia, pero se les escapó. ¿Tal vez este aspecto sale mejor en la dirección que en el guión? En una escena, Jonas se agacha para recoger una moneda en la calle: es un pequeño detalle, pero subraya su clase social. Al mismo tiempo, Ève derrocha constantemente el dinero. Pero al final, no se olvida de recoger los billetes que han caído al agua, por lo que eso también nos dice algo de ella y de sus orígenes modestos.

¿Le ha gustado tanto como a nosotros el diseñar todos los códigos y señales de la alta burguesía?...
Sí, es un aspecto chabroliano, o buñueliano, si piensas en una película como “El discreto encanto de la burguesía”. Pascale Arbillot hace maravillas dentro de este registro, encarna a la perfección la gran burguesía. Al final, cuando Ève vuelve a la peluquería, me recuerda a la señora de Merteuil. Aquella señora a la que abuchean en el teatro en “Les Liaisons Dangereuses” de Stephen Fears. Siempre he dado importancia a los personajes secundarios y disfruté mucho diseñando estas figuras burguesas. También pienso en la señora Belin, interpretada por Evelyne Buyle, miembro asiduo de la biblioteca en la que trabaja Ève. Inicialmente se la ve como una pesada, pero se acaba revelando como los personajes de Goldoni, siempre en segundo plano pero que, sin embargo, mantienen la verdad de la historia.

La película evoca a Hitchcock, Chabrol, Buñuel, pero también a Demy, al que se le menciona expresamente, o a Truffaut, al que se le cita más discretamente en la línea de diálogo “Os presento a Pamela”. “Las Apariencias” no son muy parecidas a Truffaut, salvo quizás ciertos aspectos que recuerdan a “La piel suave”…
¡Me encanta “La piel suave”! Es gracioso mencionar a Truffaut porque durante el montaje cortamos una secuencia frente a una chimenea que nos recordaba a “La sirena del Misisipi”. Me acabo de acordar que “Blue Jasmine” de Woody Allen termina con Cate Blanchett mirando a cámara, como Karin. Es una película que me gustaba muchísimo y que tiene algunas similitudes, ya que también trata de una mujer que tiene miedo a perder su posición social. Es una referencia inconsciente.

Usted menciona las dificultades de financiación y, sin embargo, este hecho no se nota: la película parece bien producida, muy pulida, muy lujosa…
Soy muy meticuloso, muy exigente con los detalles. Esta es la película con la que más me he divertido en términos de dirección. Siempre he hecho películas que eran más bien crónicas, como “Copacabana”, “Luces de París” o “Maman a tort”, donde temía la ostentosidad. Aquí, en el contexto de la burguesía adinerada y en el ambiente vienés, no tenía ninguna razón para contenerme. Por ejemplo, en la secuencia de la ópera en la que todos los personajes se reúnen a distancia, pude jugar con los diferentes puntos de vista de una manera ligeramente hitchcockiana. Tina sólo tiene ojos para el director, Jonas observa a Ève, etc. Este guion me ofrecía la posibilidad de desplegar la puesta en escena.

La fotografía está muy bien realizada. ¿Cómo fue la colaboración con Antoine Roch, el director de fotografía?...
Antes, sólo había trabajado con directoras de fotografía como Agnès Godard o Hélene Louvart, probablemente porque inconscientemente necesitaba un punto de vista femenino. Conocí a Antoine en la serie “Call My Agent!”, y nos llevamos muy bien. Le gustan mucho los actores y ya había trabajado con Karin en “Llévame” y “La Parenthèse Enchantée” de Michel Spinosa. Me gustó la forma en la que filmó Viena como una ciudad más austera que romántica, una ciudad confusamente amenazante, que se hace eco de los sentimientos de los protagonistas, propensos a refugiarse inconscientemente en sus cómodos apartamentos, “a salvo del peligro”, o en lugares culturales que les recuerdan a Francia.
También me gustaría hablar de Catherine Schwartz, la montadora, que realmente encontró la “música” de la película. Me hizo renunciar a varias secuencias que eran más bien parecidas a una crónica, un estudio costumbrista, y corríamos el riesgo de alejarnos demasiado del aspecto de thriller. Estoy pensando también en Katia Wyszkop, la escenógrafa, que ha trabajado mucho con Benoit Jacquot. Además, Jacquot fue también una de mis referencias para retratar este entrono cerrado de la alta burguesía. Pienso en películas como “El séptimo cielo” o “Ningún escándalo”, y me dije que Katia sabría encontrar los decorados y accesorios que representan este ambiente. Por último, me gustaría mencionar a Marité Coutard, la diseñadora de vestuario con la que he trabajado durante varios años. Ella es, por ejemplo, quien me sugirió este pañuelo con el motivo de París, capital de los enamorados. A continuación, modifiqué el guion para que Jonas se convenciera de que ella no lo había abandonado por casualidad.

Hablemos ahora de los actores, empezando por Karin Viard...
Fue Karin quien me inspiró para que Ève viniera de un entorno diferente, porque ella tiene un carácter muy popular, muy descarado, muy efectivo. Me gustó el hecho de que interpretara a la burguesía, lo que también es el caso de Ève. Al principio de la película, cuando discute con su madre, podemos ver que tiene un lado directo y franco, muy diferente al de la mujer etérea en la que se convierte dentro de la alta sociedad de los expatriados. Fue emocionante que Karin desempeñase este doble papel. Es una actriz que me ha impresionado muchísimo. Por ejemplo, en la escena en la que recibe su regalo de cumpleaños y comprende que es una estrategia de su marido para mantenerla alejada durante un día en el balneario. Karin consigue transmitir todo con su expresión facial. Pienso mucho en las actrices cuando preparo una película y creo que realmente tengo una cultura más próxima a la de las actrices que a la de los directores. En apariencia, Karin me recordaba un poco a Stéphane Audran, con una especie de falsa elegancia que contiene tintes de vulgaridad en ciertos lugares.

Benjamin Biolay también está excelente, con este papel prácticamente mudo hasta su arenga mortal final...
Me gustó que Henri supiera la verdad y que se encargara de contarla. Benjamin tiene una buena presencia física, un aura que hace creíble que Ève esté enamorada de Henri. Además, Benjamin es músico, lo que encaja bien en el papel.
Ha tenido una formación de música clásica y es perfectamente creíble como director de orquesta. Estoy muy contento con este dúo de actores, Karin y Benjamin son una gran pareja cinematográfica.

Acostumbrada a los papeles de fantasía, Laetitia Dosch se emplea aquí en un registro más taimado y misterioso...
Ella sigue teniendo ese aspecto fantasioso en la película, pero seguro que está muy lejos de la “Bienvenida a Montparnasse”.
Lo que me gusta de Laetitia es que siempre es descarada y atrevida. Estas cualidades se corresponden con lo que Henri busca para evadirse un poco de su entorno. A Tina aún no le van las apariencias, ella es más descarnada y auténtica.

¿Cómo encontraste a Lucas Englander, que interpreta a Jonas con una mezcla de inocencia romántica y locura?...
No conocía su trabajo en absoluto, lo descubrí a través del casting. Sus ojos penetrantes me recordaron al niño de “El tambor de hojalata” (de Volker Schlöndorff, Palma de Oro en 1979), y también tiene un poco de Terence Stamp y Oskar Werner. Tiene la cara de un ángel, pero de repente puede volverse muy peligroso e inquietante. Además es austriaco, puede parecer un detalle pero quería que los personajes austriacos fueran interpretados por actores austriacos y no por alemanes o germanoparlantes.

El reparto también es excelente, empezando por Pascale Arbillot...
Pascale realmente interpreta a la reina madre de esta comunidad y Ève intenta parecerse a ella, copia su peinado, sus gestos… Cuando el personaje de Pascale pide una reunión de padres en la escuela, sentimos que es ella la que decide, la que tiene la autoridad sobre la comunidad, y que Ève la obedece. En estos momentos, suponemos que su amistad pueda entrar en una espiral de conflicto.

¿Puede hablarnos de su primera colaboración con Bertrand Burgalat, cuya música es casi un personaje de la película?...
La idea era hacer una banda sonora al estilo del Hollywood clásico. Al comienzo de la edición, coloqué algunos samples de música, que iban desde Ennio Morricone hasta Bernard Herrmann, que pusieron el listón muy alto para Bertrand y lo intimidaron. Pero realmente estuvo a la altura del desafío. Dio una gran homogeneidad a la banda sonora, lo que da a la película un tono preciso en todo momento, una cualidad que es cada vez más rara ahora que muchas bandas sonoras se componen de recopilaciones de música existente.

¿Puede comentar el final de la película, con el inesperado monólogo del silencioso Henri, y luego la mirada a cámara de Ève en el carruaje?...
Henri acaba explotando todo el sistema de las apariencias. Y Ève le da la razón a su madre, mientras deja su futuro incierto. Este final es abierto: podemos decir que Ève se ha liberado de la hipocresía de las apariencias, pero también encontramos su enigmática sonrisa y podemos llegar a pensar que no va a renunciar a este entorno burgués y que encontrará otro marido que le permita volver. Tal vez Ève no haya dicho su última palabra. Esta toma final es incierta y deja al espectador una libertad de lectura.


ENTREVISTA A KARIN VIARD...
En “Las Apariencias”, ¿fue la historia en general la que la estimuló, o más bien el personaje de Ève?...
Quería interpretar a una mujer enamorada, porque sentía que nunca lo había hecho. Hay aspectos cínicos en la historia de amor, pero todo se sustenta en el amor devastador de Ève por Henri, su marido. Me interesaba ese aspecto de la historia. Ève es muy compleja, muy completa, muy romántica. Con este papel, Marc vio cómo podía florecer como actriz. Esa es efectivamente la sensación que tuve cuando leí el guion, me dije: “Voy a hacer algo interesante con esto”.

Después de Louise, la niñera de “Chanson douce”, Ève supone un gran contraste. Parafraseando a Truffaut, ¿te gusta elegir un papel “en contra” del anterior?...
Obviamente no quiero interpretar los mismos personajes una y otra vez, y como he hecho tantas películas, es difícil renovarse.
Tengo la ambición de divertirme haciendo diferentes mujeres, mujeres sexuales, otras para nada, mujeres de orígenes muy diferentes, con diferentes neurosis… Es realmente mi ambición y mi placer, mi júbilo como actriz. La frase de Truffaut no es falsa con respecto a mí. De hecho, Marc pagó el precio por ello, porque me propuso películas que me parecieron demasiado parecidas a otras que acababa de rodar. Así que sí, me gusta hacer una película contraria a la precedente, lo podríamos decir así. Al mismo tiempo, aunque los roles sean diversos, un papel siempre te dice algo. No siempre se sabe por qué se elige hacer una película y luego, años más tarde, te dices a ti misma que era lógica interpretar ese papel. Corresponde a un periodo de tu vida, expresas cosas que querías transmitir en ese momento. Lo que me interesaba en este momento de mi vida era interpretar la mujer enamorada que es Ève.

Más allá de su faceta amorosa, ¿qué piensas de Ève, de sus acciones que no siempre son “morales”?...
Nunca juzgo a mis personajes, no me interesa tener un punto de vista moral sobre ellos, incluso cuando pueden parecer antipáticos. Es cierto que cuando lo lees, cuando aún no está interpretado puedes pensar que estas personas son frías, cínicas, egoístas… A mí me gustan los defectos humanos. A lo largo de la vida, todos pasamos por momentos poco confesables y lo que me interesa como actriz, es arrojar luz sobre estos malos impulsos y hacerlos aceptables, aunque sean censurables. Me gusta expresar eso, proponer emociones en las que nos encontramos y que no son necesariamente muy “morales” - sobre todo en una sociedad que cada vez es más moral. Mi desobediencia cívica me empuja a interpretar papeles moralmente reprobables.
Para eso está el arte. Siempre intento abrir la puerta para no aullar con los lobos, para poder cuestionar lo que pienso aunque no forme parte de mi línea de pensamiento habitual. Entiendo muy bien a Ève porque lo que subyace en todas sus acciones es el amor que siente por su marido y el miedo irracional a que la deje. Esto lleva a Ève a hacer cosas que me divierten y me asustan. Es el personaje más “femenino” que he interpretado. Me encantaría impulsarlo hacia esa dirección. No soy realmente yo, en realidad yo soy poco “femenina”.

¿Ève actúa sólo por amor o también por el miedo al declive social?...
Este temor estaba claramente presente en la primera versión de guion. Es interesante, pero me pareció insuficiente. Para mí, ese miedo a bajar de categoría, la vergüenza de su madre, etc., está en un segundo plano. Me pareció más romántico poner el amor en primer plano. Pero, de hecho, perder a su marido significaría también perder esa vida, ese reconocimiento social, significaría perderlo todo. Pero si su marido fuese degradado, me gusta pensar que Ève estaría a su lado, precisamente por amor. Ella estaría dispuesta a bajar de categoría social con él, pero ciertamente no sola.

En relación con el título, ¿es Ève una víctima de las apariencias, las que quiere darse a sí misma y las de su entorno, las de su pareja?...
Estas apariencias son el aburguesamiento del pensamiento. Ève proviene de un entorno modesto y se ha aburguesado profundamente.
Y la burguesía es precisamente el lugar de la mentira, de la apariencia, hay que ser así, actuar de tal forma, hay muchos requerimientos para pretender formar parte de ese entorno. Y Ève ha asumido todo eso, encarna estos mandatos a la perfección, y le da un espaldarazo, tiene la vida que deseaba y no quiere dejarla ir. En cierto modo, es una mujer que se priva de libertad, pero en la película se permitirá encontrarla. Guardar las apariencias, en la vida, ¡yo lo detesto! Odio que el pensamiento esté influenciado por las apariencias. Soy una persona directa, puede jugarme malas pasadas, pero así soy. Siempre he trabajado por mi libertad, mi independencia mental, así que estoy muy lejos de Ève. Pero me gusta interpretar a las mujeres encerradas en sus códigos. Y aunque Ève no es como yo en absoluto, todavía hay un momento en el que nos encontramos.
Lo que expreso a través de este papel me pertenece, no en las acciones de Ève, sino en algo que tiene que ver con la libertad, con el amor. Ève actúa, no se victimiza. La victimización estaría demasiado lejos de mis creencias fundamentales. Podría hacer de víctima, pero no de alguien que se hace la víctima, el matiz.

¿Cómo analiza el momento en el que Ève decide pasar la noche con el joven que conoce en el bar?...
Es un momento de distracción, en el que se mezclan la embriaguez y la confusión. Tal vez sea una forma de recuperar poder en su relación, de volver a sentirse la joven que todavía es… En ese momento se mezclan muchas ambigüedades: ella está indecisa, flotando.

El punto fuerte de la película es que siempre se empatiza con Ève, incluso cuando actúa de forma antipática. Marc Fitoussi lo explica por su carácter simpático con el público...
Sin embargo, yo nunca busco la empatía con el espectador, no es mi preocupación. Trato de ser verdadera, sincera.

Ève utiliza Internet y las redes sociales para espiar a su marido, a su rival y para planear su venganza. ¿Qué opina de la visión de la película sobre las nuevas tecnologías?...
Creo que es más bien un pretexto para alimentar la narrativa, el suspense. Es cierto que lo que hace Ève en la película es morboso. Lo que hace es moralmente cuestionable: la forma con la que registra la vida de las personas. Las redes sociales tienen una enorme capacidad de molestia, de vigilancia… Ya no hay privacidad, nadie está a salvo de sus secretos. No estoy a favor de la transparencia a toda costa. Pero el lado positivo de Internet, que ciertamente no se expone en esta película, es que también es una herramienta de intercambio, de conocimiento, de encuentros. Me alegro de pertenecer a una generación que no nació con ello, por lo que somos capaces de dar un paso a atrás y ser críticos, aunque también nos cueste desprendernos de él. Hemos vivido sin estas tecnologías y sigo convencida de que el verdadero encuentro ocurre en el mundo real y no en el
virtual. La película no critica específicamente a Internet, sino que permite al espectador mantener una mirada crítica.

¿Cómo fue trabajar con Marc Fitoussi?...
Marc es muy divertido, muy inteligente, encantador… Le gustan mucho los actores pero no le impresionan. Le gusta mucho todo lo que se interpreta. A veces, los directores prefieren el minimalismo. A Marc, en cambio, le gusta el juego, el romance, que las películas tengan aliento, que no sean tibias, que las escenas sean diferentes entre sí… En eso coincidimos. Marc está muy enamorado del cine, de la ficción, de las actrices, y eso es muy agradable para una actriz o para un actor. Colaborábamos mucho, compartíamos, discutíamos, también teníamos divergencias pero siempre en un intercambio de opiniones, nunca por cuestiones de ego o de poder. Con Marc me encuentro en una conversación permanente, tanto en el trabajo como en la vida, y eso me gusta. Sus películas, y ésta en particular, respiran su amor por el cine.

Usted y Benjamin Biolay hacen una pareja sorprendente, pero que funciona muy bien por su complementariedad...
Creo que Benjamin es un actor prodigioso, aunque no venga de allí. Como cantante, tiene una gran sensibilidad, una gran inteligencia, y eso le da una facilidad para interpretar, para apropiarse del diálogo, bastante sorprendente. No tiene la astucia de un actor, porque esa no es su formación, pero tiene un inmenso carisma. Cuando está en algún sitio llena la sala con su presencia, y al final, eso es lo que es actuar. En la película, está en silencio, absorbe, no sabemos exactamente lo que piensa y, sin embargo, entendemos lo que dice. Lo que une a esta pareja es el amor, el apego, pero también una cierta perversidad relacional.
En su gran monólogo del final, le pegué, le golpeé, ¡lo cual no estaba planeado! Le dije a Marc que me parecía extraño que Ève lo encajase sin decir nada. Marc me preguntó qué me proponía, yo le contesté “voy a saltar a por su garganta”. Y me parece que esta violencia de Ève suena bien en ese momento de la película.

Hay un conjunto de similitudes entre usted y Pascale Arbillot, especialmente en los peinados. ¿Nos imaginamos que os habéis divertido mucho trabajando juntas?...
¡Somos prácticamente gemelas! La dura crítica a los expatriados es uno de los aspectos de la película que más me gustan. En el dúo que formo con Pascale, ella es la jefa, yo soy la que la imita. Pascale juega a ser una mujer burguesa bastante desagradable que representa todo lo que Ève sueña con ser. Conocía a Pascale pero nunca había trabajado con ella: ¡es una gran actriz! En esta película está genial. Me encantaba verla trabajar, construir una escena, buscar, divertirse con más y más audacia y acaba llegando a algo que es extremadamente singular y extremadamente divertido. ¡Ella es muy fuerte! Me gustaría hacer otra película con Pascale y Benjamin dentro de poco.

Para abordar este papel, ¿ha pensado en algunos de los grandes papeles clásicos del mismo género?...
¡No, nunca hago eso! No admiro fácilmente y encuentro mi energía en el presente, en la realidad. Cuando trabajo, me pregunto más bien por el sentido de la película, de mi papel. Por ejemplo, me gusta la reunión con el diseñador de vestuario, y ahí, me gusta dejarme llevar porque el diseñador de vestuario ha hablado con el director, él tiene su propio punto de vista del guion.
No llego con mis propias convicciones, me gusta que el diseñador de vestuario me haga sugerencias y, en general, trato de seguirlas. Tengo al mismo tiempo el control y la colaboración, y el punto de vista de un diseñador me ayuda a construir el personaje. Mi trabajo es acoger las sugerencia de los demás y luego trabajo en el significado de mi personaje: ¿por qué dice eso?, ¿por qué piensa sí y no así? Y así sucesivamente. Intento ceñirme siempre al relato.

¿Cuál es su lectura de la última escena, que es bastante abierta?...
Creo que Ève se apropia de una nueva libertad. Se revela a sí misma, por fin se encuentra consigo misma. En el vagón de uno de sus sueños de niña, recupera algo que había abandonado a su marido. Podemos imaginar que a partir de ahora tendrá una vida más cercana sí misma y menos preocupada por la apariencias. Finalmente se convertirá en la heroína de su propia vida al deshacerse de los roles sociales.


ENTREVISTA A BENJAMIN BIOLAY...
¿Cómo reaccionó cuando leyó el guion de “Las Apariencias”?...
Me pareció increíble. Ya que Marc había dirigido anteriormente comedias o películas de introspección. No esperaba para nada un thriller. Y el papel de Henri me gustó enseguida: empecé en la música clásica y me he rodeado de muchos directores de orquesta como el personaje.

El hecho de que Henri sea director de orquesta y que la película se desarrolle en Viena, ciudad de la música, ¿fue por tanto un factor determinante para que le atrajera el papel?...
Lo que me atrajo en primer lugar fue la calidad del guion y la idea de trabajar con Karin Viard y Laetitia Dosch bajo la dirección de Marc. Pero debo admitir que para mí, que voluntariamente me salí de la vida de un músico clásico para seguir otro camino, seguía siendo muy emocionante dirigir una orquesta y evolucionar en esta ciudad que es la cuna de la música romántica.

¿Cómo ve a Henri?...
Tiene la particular personalidad de los directores de orquesta, he conocido a bastantes, generalmente son ilimitadamente egocéntricos. Henri no es leal a nadie excepto a su propia carrera, a su deseo de brillar. En consecuencia, le viene muy bien tener una esposa perfectamente decente, que tenga una respetabilidad en las fiestas burguesas de los franceses expatriados, pero eso no le basta. Con su amante, está buscando algo más excitante. Pero es sobre todo un terrible arribista.

¿Sigue Henri enamorado de su mujer? ¿Enamorado de su amante? ¿O enamorado de sí mismo?...
Lo interpreté como si se sintiera atraído por la amante, pero no enamorado de ella. Pero es alguien a quien le cuesta mucho encariñarse. Solo hay que mirar la distancia entre él y su hijo, no es el padre más mimoso del mundo. Henri es alguien al que le aburre por completo el contexto familiar y social en el que vive. Está en otro lugar. Con el personaje me imagino que ha tenido un cierto enamoramiento porque le gusta la aventura, pero si va a estar enamorado de alguien, será de su esposa.

Henri es opaco, silencioso, poco sonriente y casi antipático. ¿Para usted, este tipo de personaje es difícil de interpretar, de defender, o por el contrario muy estimulante?...
Cuanto más tiempo pasa, cuanto más experiencia tengo como actor, más me doy cuenta de que los personajes silenciosos son los más difíciles de interpretar. No hablas mucho, dices unas pocas frases que deben ser importantes porque cuanto menos hablas, más importantes deben ser tus palabras. Cuando interpretas a un personaje hablador, aprendes muchos diálogos cada día y funciona como un músculo, un calentamiento, te acostumbras a tener que memorizar y decir muchos diálogos.
Mientras que, en “Las Apariencias”, tuve muchos días en los que estaba completamente cerrado, y luego momentos en los que tenía que expresarme de repente. Esos momentos me asustaron más de lo habitual.

Al final de la película, tiene un monólogo bastante memorable, cuando Henri le dice a Ève sus cuatros verdades...
Estaba muy nervioso por esa escena, pero salió bien. Habían pasado veinte días desde que Marc y el equipo me habían estado observando mover mi varita y decir “buenos días señor, buenos días señora”, y luego, de repente, tuve un gran bloque de diálogo en el que le arrojaba todo a mi mujer. Tenía que dar un golpe de efecto, ese momento decisivo en el que Henri va más allá de las apariencias. Dice quién es y lo que realmente siente con extrema violencia, un tono sarcástico sostenido. Ève reacciona igual de brutalmente, me lo esperaba, pero eso significaba que había interpretado bien mi monólogo. Dicho esto, la reacción de Ève, la esposa, es legítima, lo que le dice Henri es muy duro y cruel. Hay que decir que han pasado muchas cosas en sus vidas y que es lógico llegar a ese paroxismo en el ajuste de cuentas.

Ève y Henri son una pareja respetable que comete actos desagradables y finalmente abominables. ¿Cómo ves a esta pareja?...
Creo que son débiles, poco desarrollados emocionalmente, poco adultos. Eso es típico de los directores de orquesta. Siento volver a sacar el tema, pero los directores de orquesta son personas que a veces tienen una actitud infantil. Toda la situación en la que están envueltos Ève y Henri tendría que resolverse si fueran fuertes. Pero hay tantas debilidades, cobardías y palabras no dichas que acaba de forma homicida. Normalmente debería terminar con un buen puñetazo en la cara y estaría solucionado, pero entonces no habría película. Ève y Henri no sólo son débiles, sino que también son muy egocéntricos. Tienen reflejos de pequeños burgueses y viven como tal, como pequeños nobles de provincia. Este retrato de los expatriados tiene mucho éxito, viajo mucho y los veo. Los expatriados tienen a menudo esta manera de evocar una especie de Francia imaginaria y ligeramente anticuada.

Desde este punto de vista, la película tiene un aspecto chabroliano. ¿Lo sentiste al leer el guion o al rodar?...
Me gusta mucho Chabrol, y de hecho, encontré este aspecto chabroliano en “Las Apariencias”, pero sólo cuando la vi. No lo había percibido cuando lo leí o la rodé. Me di cuenta realmente cuando descubrí la película y me parece que la crítica a esta burguesía provinciana es muy sutil.

¿Cómo fue su relación de trabajo con Marc Fitoussi?...
Me gusta mucho como director. En primer lugar, tiene una gran amabilidad y simpatía en el plató. Además, cuando se dirige a ti, es extremadamente preciso. Marc rueda mucho, hace películas y series, y se nota en su trabajo. No es alguien que filma una película durante dos meses y luego se queda en formol durante tres años, no, es como un músico que toca mucho y que se siente confiado, muy inteligente, que conoce todas las trampas que hay que evitar. Esa es la ventaja de un cineasta que rueda mucho, se vuelve muy experimentado, y el hecho de haber rodado series le da la experiencia de un cineasta que ha rodado treinta películas. Cuando llega al plató, no se intimida en absoluto, no se dice a sí mismo “oh Dios mío, estoy en un lugar sagrado, no voy a meter la pata”. No, un plató es como una oficina para él, trabaja allí casi todos los días, no es un santuario.

Este es otro punto en común con Chabrol, que solía rodar todo el tiempo y decía que un cineasta tenía que ser como un panadero que hornea el pan todos los días...
Me parece estupendo, conciben su trabajo como artesano. Y nunca entran en pánico. Si el panadero se queda sin harina, va a buscarla. Marc trabaja así, tiene el control, no está estresado, eso me ha gustado mucho del él.

¿Cómo fue trabajar con Karin Viard y Laetitia Dosch?...
Al principio es impresionante rodar con una gran actriz como Karin, luego poco a poco te olvidas de eso y te dejas llevar por el trabajo en el plató. Karin es una virtuosa, pero nunca sientes su técnica o el trabajo duro. Es difícil de explicar, pero he seguido la música de Karin, porque su forma de tocar es como la música de cámara. Con Laetitia, fue diferente pero igual de agradable.
Era más interno, había mucho silencio entre nuestros personajes. Laetitia es un instrumento musical atípico.

Eres cantautor, no tienes formación actoral, y sin embargo tu filmografía empieza a ser considerable. En su opinión, ¿qué cree que buscan los cineastas en ti?...
Bueno al principio creo que querían jugar con mi imagen como cantante, quizás para retorcerla un poco. Luego, poco a poco, obtuve papeles cada vez más importantes y creo que acabaron viéndome como actor y no sólo como un cantante en una película. Me gusta actuar, nunca me he sentido como un impostor, nunca he tenido complejos con los actores o actrices que han ido al Cours Florent o al conservatorio. ¿O quizás ser un artista, un cantante o un actor es ser siempre un poco impostor?
Cuando se es cantante/intérprete ya sé es un poco actor. Y también he grabado discos, así que nunca me he sentido como el elefante en la cacharrería en un rodaje. Sé cómo funcionan las cosas, estoy a gusto.

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