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   ‘Hermosas criaturas’ es un bestseller del New York Times, primera entrega de una serie escrita por Kami Garcia y Margaret Stohl, que ha logrado alcanzar gran popularidad en todo el mundo.
  El atractivo global de la historia parece residir no sólo en la cuestión de si el amor puede superar cualquier obstáculo que se interponga entre dos almas desventuradas, sino si cada uno tiene capacidad de elegir su propio destino.
  Eso es precisamente lo que atrajo al guionista candidato al Oscar® Richard LaGravenese e hizo que se interesara no solamente en adaptar el libro, sino también en dirigir él mismo dicha adaptación.

  El director y guionista Richard LaGravenese inició una amplia búsqueda con intención de encontrar a los actores adecuados para interpretar a los jóvenes amantes en el centro de la tempestad. Realizó más de mil audiciones, y encontró justo lo que buscaba en dos relativos desconocidos, Alden Ehrenreich y Alice Englert. “Alden y Alice tienen algo muy especial”, asegura. “Además de ser increíblemente inteligentes, poseen una gran madurez. No les preocupa lo más mínimo su estatus ni su imagen. Se valen de su talento para crear con gran individualidad y pasión. Dotaron de gran sinceridad a Lena y a Ethan”.

  El rodaje se realizó en exteriores de Luisiana, en su mayor parte en Nueva Orleans y alrededores. Una fábrica abandonada que se encuentra cruzando el puente que sale de la ciudad se reconvirtió en platós cerrados que albergaban la mayor parte de los sets, salvo la habitación de Lena, que se construyó en un escenario de Baton Rouge.
 LaGravenese colaboró con el director de fotografía, Philippe Rousselot, el diseñador de vestuario, Jeffrey Kurland, y el diseñador de producción, Richard Sherman. Los cuatro colaboraron estrechamente para crear un mundo con una sólida base real, pero con una presencia sobrenatural.
  Desde el primer momento, LaGravenese abordó el material de manera distinta a sus adaptaciones anteriores. “Después de leer el libro, decidí familiarizarme con los escenarios donde se ambienta antes de ponerme a escribir, algo que no había hecho nunca”, recuerda. “Cogí un avión a Carolina del Sur y saqué fotos de un pueblecito a las afueras de Charleston, llamado McClellanville. Luego empecé a escribir. Encontrarme en ese lugar, para mí, un chico de Brooklyn, fue como visitar un país extranjero. Me sentí fascinado”.
  Teniendo presente la indicación de encontrar lugares únicos en los que no se hubiera rodado nunca, Sherman emprendió la búsqueda de “pequeñas zonas que parecieran escondidas del resto del mundo”.
  Covington, Luisiana, hizo las veces del pueblo de Gatlin. También es donde se encuentra la iglesia en la que la Sra. Lincoln y Macon tienen su primer encontronazo. Aunque el pueblo es pintoresco, Sherman andaba buscando algo menos bucólico que bonitos porches, y acabaría encontrando edificios que se habían derrumbado o explotado, almacenes de hojalata ondulada, cobertizos y escombros.
  Sherman también consiguió encontrar exteriores prácticos para los sets principales, como la propia mansión Ravenwood, donde Ethan ve por primera vez al temible tío de Lena, Macon. Descubrieron un exterior rectangular prebélico en Morganza, a dos horas y media al norte de Nueva Orleans, al que agregaron musgo colgante. El interior, sin embargo, resultó más complicado.
  Al principio, Sherman y su equipo siguieron un diseño tradicional basado en una plantación real, pero LaGravenese se imaginaba algo más insólito. El director aduce: “Quería algo que pudiera resultar más sorprendente, así que pensé: ‘un Caster sofisticado que ha recorrido el mundo entero se encuentra encerrado en esa casa sin salir y se aburre. ¿Qué va a hacer?’ Richard partió de esa idea para ponerse a trabajar y volvió con un diseño extraordinario que era sencillamente fantástico”.
  “Quería utilizar los fondos verdes lo menos posible”, admite LaGravenese. “Filmamos en celuloide. Quería crear un entorno lo más realista que pudiéramos para los actores. Richard y su equipo realizaron una labor extraordinaria para proporcionar al reparto objetivos reales con los que poder interactuar”.
 LaGravenese no tenía previsto en un primer momento tener a todo el reparto en el artilugio. Sin embargo, recuerda que a Jeremy Irons le pareció que quedaría mucho más dinámico si los Casters mayores también tomaran parte, así que se incorporaron todos. Necesitaron tres días para rodar la escena y LaGravenese admite que fue una de las secuencias más agotadoras. El director de fotografía Rousselot se valió de cuatro cámaras para captar la batalla cósmica. 
  Las secuencias de la batalla de la Guerra de Secesión necesitaron tres semanas de rodaje y el uso de cuatro cámaras, más de 400 extras y gran cantidad de munición para las explosiones del campo de batalla. David Valdes encontró a un grupo local con el que contar para esas escenas. “Se toman sus recreaciones muy en serio, tienen batallas programadas de seis en seis meses”, observa.
  Pero antes de poder rodar la Batalla de Honey Hill, necesitaban encontrar una colina.

  El reto que tenía por delante el diseñador de vestuario Jeffrey Kurland venía a ser el mismo que afrontaba el equipo de diseño de producción: crear diferentes aspectos para las numerosas secuencias en el pasado y en el presente. Y otro era diseñar los distintos aspectos para mortales y Casters para cada una de esas épocas.
  Kurland sostiene: “Era complicado, combinar esos dos mundos para lograr esa sensación exagerada del mundo de los Casters, que a la vez tenía que mezclarse con el mundo real. Y, encima de eso, también hacen acto de presencia el pasado y el presente”.
  Kurland tuvo en consideración el tema de la Luz y la Oscuridad para todos, y explica: “Hasta cierto punto, lo mostramos mediante el color, pero aún más con la silueta, la sombra y la angulosidad, que simplemente con el color. Interviene mucho la sombra y el sombreado. Es algo sutil, pero ayuda a definir quiénes son los personajes”.
  Kurland mandó hacer de encargo unos 80 conjuntos, incluido el vestuario completo de Jeremy Irons.
Kurland también tuvo que diseñar un vestido prebélico para Emma Thompson, que describe el conjunto con el que su personaje de Caster, Sarafine, aparece en el baile como “un gigantesco vestido de aros, con enaguas rojas fruncidas, y morado oscuro con negro en la parte de arriba, que le realza el busto”.
  Aunque Kurland ideó muchos diseños nuevos de vestuario, había ciertos rasgos concretos y representativos del libro que tuvo mucho cuidado de trasladar a la pantalla, como el collar de Lena.
  El rodaje del baile de los Casters se realizó a lo largo de varios días en el exterior de Ravenwood. El director habló con Rousselot de la escena, que en el libro se trataba originalmente del ritual de la llamada, y decidió que, para la película, un festín visual de Casters de aspecto a cual más excéntrico, que asisten a una fiesta de puesta de largo, resultaría más cinematográfico. LaGravenese recuerda decirle a su diseñador de vestuario que quería “una mezcla de Ascot Gavotte con Alexander McQueen”, y señala que “Jeffrey creó 25 de los trajes más originales que he visto, pese a no contar con nada de tiempo en el calendario, porque se me ocurrió la idea cuando ya nos estábamos preparando para rodar. Es increíble”.
  Además de realzar las edificaciones físicas, los equipos también crearon tormentas eléctricas, lluvia, nieve y un terremoto, para sustentar el tema del clima sobrenatural presente a lo largo de toda la película y de la vida de Lena. Casualmente, la vida real imitó al arte cuando se vio un tornado de verdad cerca del lugar de rodaje y hubo que suspender temporalmente la filmación.

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