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CRITICA
Por: PACO CASADO
Agustí Vila es un realizador de la televisión catalana, de 38 años, que triunfó con el corto 'Ábreme la puerta', que fue la tarjeta de presentación para que Fernando Colomo se ofreciera a producirle su primer largometraje.
El resultado es 'Un banco en el parque' (1998), realizado con pocos medios, en 19 días de rodaje y con un equipo reducido, pero en total libertad, para contar lo que quisiera.
Juan ha vivido durante dos años con su novia, Teresa, que le abandona para irse a estudiar a Londres con una beca.
Él decide buscarse otro amor y se autoimpone que ha de ser por casualidad.
Por las tardes, se sienta en un banco del parque a esperar que llegue el amor ideal y a continuación hace lo mismo en la mesa de un bar cercano.
Lo que surge de este esquema, harto repetido, con abuso de los cierres en negro para cambiar de escena, con diálogos sin mucho sentido sobre el azar y la casualidad, aprendidos en largos días de ensayo, que son disparados como una ametralladora, es un film con personajes absurdos, en situaciones surrealistas, con los que es difícil que el espectador se identifique mínimamente.
El director se declara admirador de Eric Rohmer y su cinta, rodada con cámara al hombro, huele a una copia mal hecha del habitualmente cine fresco, natural, del director francés que en nada se parece a esto.
El resultado es un cóctel indigesto, monótono que invita al aburrimiento, porque la historia no interesa para nada a nadie.
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