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CRITICA
Por: PACO CASADO
Finney Blake, ya convertido en un chico adolescente que tiene 17 años, lucha con la vida después de haber sido secuestrado en la anterior película.
Es ahora Gwen Blake, su hermana menor que él, quien sigue recibiendo llamadas durante el sueño del teléfono negro, que le conectan con el pasado y sufre inquietantes visiones perturbadoras del asesino y de los tres chicos que fueron acosados y posteriormente asesinados en el campamento de invierno del Lago Alpine, pero cuyos cuerpos no han sido encontrados.
Gwen decide marcharse con su amigo Ernesto al campamento Lago Alpine, a instancias de su madre, para tratar de investigar qué fue lo que realmente ocurrió allí y el porqué de las pesadillas que les atormentan al respecto.
En el momento de marcharse con su amigo Ernesto, su hermano mayor Finn decide acompañarlos.
La madre de ambos había trabajado en dicho campamento como monitora, pero falleció hace ya unos años cuando al volver decidió suicidarse.
Por el camino les cae una gran nevada que les dificulta la llegada a su destino y al arribar le comunican que el campamento está errado y cuya celebración ha sido suspendido debido a la abundante nevada.
No obstante los empleados que quedan de guardia les dan alojamiento y comida hasta que pase la tormenta o se decida abrir de nuevo el campamento.
La estancia allí no hace que Gwen deje de tener sus pesadillas y visiones macabras, sino más bien antes al contrario éstas han aumentado.
Por otra parte un teléfono situado en una cabina telefónica que está situado en las afueras del campamento, comienza a sonar insistentemente y con frecuencia, a pesar de estar dado de baja, lo que contribuye a aumentar las pesadillas de Gwen y de su hermano Finn por el que se oye la voz del asesino y de los niños asesinados pidiendo ayuda para ser encontrados sus cuerpos sepultados en el lago.
Este film, continuación del primero, sitúa su acción en 1982 y tiene su argumento basado en los caracteres creados por Joe Hill que originaron la cinta anterior de la que esta es su secuela.
El guion resulta bastante desigual y confuso, sin apenas avanzar en la narración, con situaciones repetitivas, debido a las muchas pesadillas que sufre Gwen que hacen que el espectador, con frecuencia, confunda la realidad con las mismas al no haber una separación clara.
La dirección corre a cargo del realizador de la anterior, Scott Derrickson, acostumbrado a este género, que no logra enderezar la trayectoria argumental de esta historia, que también firma el guion en colaboración con C. Robert Cargill.
En el reparto destaca la presencia de Ethan Hawke como el asesino cuya interpretación no brilla debido a la máscara, y de Madeleine McGraw en el personaje de la adolescente Gwen.
Tiene, como ya es habitual, una duración excesiva para lo que se quiere contar, con un par de sobresaltos a lo largo de la trama a la que le falta originalidad y el ritmo se resiente.
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