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CRITICA
Por: PACO CASADO
En la galería de biografías cinematográficas de grandes músicos, le toca la vez en esta ocasión a Franz Liszt, el gran compositor y pianista húngaro, centrándola, como es lógico, en la parte de sus amores, especialmente con la princesa Carolina de Sayn-Wittgenstein, que tan decisiva influencia ejerció en él.
Así el relato va siguiendo la vida de Liszt desde su aparición en París para emprender una carrera de constantes éxitos, y a la trama amorosa se une la parte musical, con el desfile continuado de las más famosas interpretaciones de los compositores de su época y las de él mismo.
Esta película podría entrar en el apartado de cine biográfico, ya que trata de la vida de Franz Lizst, un personaje real sobre el que se teje esta historia.
Pero aquí la ficción está en el tratamiento que se adopta como partida.
El autor de la obra debe escoger entre hacer historia, novela, poema lírico, etc.
Charles Vidor ha escogido hacer espectáculo, un director con oficio, con una gran corrección, por eso 'Sueño de amor' (1960) es un agradable espectáculo para quienes gustan de la música clásica, pero no es una obra de arte.
Le toca al crítico señalar lo que la obra podía haber sido: un hermoso drama, el drama del hombre imperfecto, el hombre selecto, el drama extremista, etc.
El propio Franz Lizst decía de sí mismo que era medio ángel y medio demonio.
Podría haber sido una noble apología de esa faceta de la creación estética que es la interpretación, o sea, lo que genéricamente solemos llamar recreación.
Hay artistas que tiene la facultad de encontrar poesía directamente dentro de sí mismo, otros en cambio necesitan que otro artista les abra previamente los ojos.
Son esos los grandes autores de las grandes obras, pero basadas en otras anteriores.
Son también los buenos intérpretes: de música, de teatro, de cine, como son igualmente los buenos directores de todas esas artes.
Franz Lizst era un fabuloso recreador como también un virtuoso del piano que hacía de él un instrumento maravilloso.
Era un autor de segundo grado al que cuando vivía no se le reconocía su mérito, al que la historia hoy le hace la justicia que realmente se merecía.
En este film la faceta espectacular se ha consolidado sobre el virtuosismo del compositor y así, la música que se nos ofrece busca ese efecto.
Excelente la interpretación de Dick Bogarde que constituye lo mejor de esta historia como impresionante resulta la belleza de Capucine, que tiene eso que no se encuentra generalmente en una actriz de cine, una auténtica majestad de realeza.
Por último mención de honor merece la fotografía de James Wong Howe.
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