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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es frecuente que en el cine independiente americano se dé la mezcla de cine realista y fantástico a la vez que se origina en esta película que es el tercer capítulo de una trilogía ('Twin Falls Idaho' (1999) y 'Jackpot' (2001)) que llevan a cabo los hermanos gemelos Michael y Mark Polish que escriben juntos los guiones y el primero se encarga de la dirección de los mismos, como suele ocurrir en otros casos.
En 1955 un pueblo de Montana desapareció bajos las aguas de una presa hidroeléctrica.
Este hecho es aprovechado por los Polish para hacer una especie de metáfora sobre la Norteamérica profunda.
Un grupo de seis agentes del gobierno se encargan de convencer a los pocos habitantes que quedan en el pueblo para que lo abandonen antes de dos días en los que será inundado.
Las visitas que hacen a los vecinos, con diversa suerte, se mezclan con la relación entre un sacerdote que cuida de un niño huérfano, enfermo, que tiene visiones en las que contempla a unos seres extraños, una especie de ángeles, que se hacen cargo de él.
Si ya de por sí el film resulta extraño, también lo es el guion con sus planteamientos metafóricos, la manera de mezclar las distintas acciones paralelas, entrecortadas unas con otras, o el tratamiento de la fotografía de M. David Mullen, muy cercana al blanco y negro, con una serie de matices de grises que resultan interesantes.
Tampoco es frecuente en una producción indie un reparto tan extenso de buenas figuras como James Woods, Nick Nolte, Peter Coyote o Daryl Hannah.
La verdad es que el contraste entre lo real y lo fantástico no acaba de combinar bien y la convierten en una cinta irregular, surrealista y un tanto fallida.
Una película inclasificable, una fábula surrealista, tan ambiciosa como suicida.
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