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CRITICA
Por: PACO CASADO
Las actrices americanas cada vez se quejan más de que cuando traspasan la barrera de los 40 años Hollywood las olvida, no hace papeles para ella, y cada vez ocurre más al rebajar constantemente la edad de las protagonistas, ya que las películas van dirigidas a la masa adolescentes y juvenil que es la que actualmente va al cine.
Tal vez por ello cuando a Michelle Pfeiffer le llegó este guion de una mujer de cuarenta años (ella tiene 49) que se enamora de un chico once años más joven, no quiso dejar escapar esta oportunidad, aunque el resultado fuera más bien endeble.
Rosie es una mujer divorciada, tiene una hija preadolescente Brianna y trabaja en la producción de una serie de televisión para jóvenes.
Un día haciendo un casting se enamora de Adam un chico diez años más joven que ella, simpático y dicharachero y cree que su vida ha cambiado.
El chico congenia con su hija y el desamor sufrido por la reparación ha desaparecido al encontrar este nuevo amor.
Pero ¿qué ocurre con tanta diferencia de edad y el miedo a hacerse mayor?.
Es ahí donde surgen las dudas de si habrá correspondencia por parte del chico o si se estará aprovechando de ella para escalar peldaños en su trabajo.
Por otra parte su secretaria, más acorde con la edad del muchacho, intentará quitárselo.
La cuestión es que la guionista y directora Amy Heckerling ('Mi quien habla', 'Fuera de onda') no perdona caer en todos los tópicos, no sabe qué hacer con el problema, con la película que lleva a trancas y barrancas, con sus rebuscados diálogos, con un ritmo lento, con situaciones repetitivas que no conducen a nada ni hacen avanzar la acción ni resolver las dudas de la joven adolescente o del jefe sexista, la soledad o el desamor.
Michelle Pfeiffer sale airosa del empeño encontrando en la simpatía de Paul Rudd (38 años) al oponente oportuno y necesario a esta aburrida comedia cuyas pocas virtudes se van diluyendo conforme avanza al inconcreto final.
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