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CRITICA
Por: PACO CASADO
La novela por entregas de Arthur Bernède ha dado lugar a varias adaptaciones a la pequeña y a la gran pantalla. En 1927 se llevó a cabo una serie de películas, en cuatro episodios, dirigidas por Henri Desfontaines, y en 1965 se hizo una serie de televisión francesa que dirigía Claude Barna e interpretaba, entre otros, Juliette Greco, que figura en esta versión como una especie de homenaje a aquella.
Ahora se aprovechan las modernas tecnologías para hacer una adaptación libre de la novela original, no así de la serie de TV.
Una momia del antiguo Egipto es trasladada al museo del Louvre y su ectoplasma se reencarna en una atractiva joven que vive justo enfrente, lo que da origen al fantasma de Belphégor.
El doble personaje es encarnado por la dinámica Sophie Marceau que se enamora de un joven electricista que le ayuda en sus investigaciones a descubrir el misterio. Por medio andan también una egiptóloga inglesa y un veterano detective a punto de jubilación que se implica en el caso.
Todo ello está llevado a cabo de forma superficial en un guion de una ingenuidad casi infantil, sin que apenas haya suspense ni un mayor misterio que descubrir, ni el menor interés, de lo que de alguna manera se contagian los actores.
La realización parece más atenta a la historia amorosa, a los efectos especiales y a enseñar con su inquieta cámara el museo del Louvre, que le prestaron para su realización, que a conseguir intrigar al espectador con su irregular desarrollo.
Película que desaprovecha la tradición del cine francés en este tipo de producciones como ya en su día lo resucitaron George Franjus con Judex o André Hunebelle con Los misterios de París, entre otros.
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