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CRITICA
Por: PACO CASADO
Entre los hombres de la nueva ola parece existir dos corrientes, una de admiración hacia los maestros del cine americano de acción y otra hacia los cómicos primitivos o en general a los clásicos del cine.
Como prototipos podríamos señalar en la primera a Philippe de Brocca y en la segunda a Edouard Molinaro que en algunas de sus películas aparece como un ferviente admirador de Max Sennet.
A Georges Franjú lo podríamos encasillar entre los admiradores de los clásicos, pero no solamente americanos, sino como se ve en este film que es un abierto homenaje (como se indica al principio de la cinta) a Louis Feullade, o como muestra su admiración hacia el cine de terror en "Ojos sin rostro", género muy característico de un Fritz Lang o de cualquier otro maestro del expresionismo alemán.
Por todo ello George Franjú siempre ha resultado un director interesante.
Indudablemente era complicado lo que se ha propuesto al realizar este largometraje, conservar el espíritu de las películas de jornadas de los tiempos del cine mudo con una técnica moderna de 1963.
Y ciertamente hemos de dar testimonio del logro, e incluso hay momentos en que se adivina donde podía terminar uno e estos posibles capítulos y casi esperamos a que de un momento a otro la cinta se interrumpe y nos salga la palabra, continuará, tal y como si estuviéramos leyendo uno de esos apasionantes cuadernillos de revistas infantiles, en los que se nos muestra al protagonismo, en la última viñeta, suspendido del alero de un tejado.
Cierto que el público se rie con algunos momentos que parecen inverosímiles o ridículos, pero es que hay que ponerse en esta situación de los lectores de novelas por entregas o de tebeos infantiles, para que todo lo que estamos contemplando en l apantalla pueda tener su lógica y una coherencia interna que nos satisfaga.
E incluso quizás haya que poner en ocasiones un poso de fantasía por nuestra parte o hacernos infantiles para poder penetrar en este paraíso creado por Franjú.
Aunque la concepción primera de "Judex" no se deba al director, sino a Louis Feullade, el inolvidable realizador del famoso "Fantomas", que ya hizo un film en su momento con el título de "Judez el justiciero", sí es cierto que el joven realizador de la nueva ola, ha emulado bien a su maestro, logrando un film digno para su homenaje.
A pesar del tiempo que media entre "Ojos sin rostro" y "Judex", cuatro años, el estilo de este realizador es tan personal, tan característico que puestas las dos cintas una al lado de la otra se dirían que son hermanas y a ciencia cierta sin conocer el nombre se podría afirmar la misma procedencia.
Hay algo que flota en el ambiente, que es común en ambas cintas, e incluso los perros y el mismo clima siniestro en ocasiones, aunque tratado en "Judex" con más ternura, con más poesía si se quiere, de una manera más superficial, más ligera, más aventurera, mientras que en "Ojos sin rostro" caía más en el tremendismo siniestro y sádico.
Y sin embargo, a pesar de ser "Judex", el justiciero no se muestra como un superhéroe, sino humildemente, veladamente, como si tuviera algo espiritual (dado en el toque leve de la magia) que le confiara en llevar a cabo la justicia aún en contra del destino.
Técnicamente "Judex" entra de lleno en el esquema "nueva ola", bajo presupuesto, interés en lo que se nos cuenta y cómo se nos cuenta, aunque de vez en cuando falle la fotografía o la interpretación de un actor no nos resulte del todo convincente.
Por ello tiene defectos y virtudes.
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