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CRITICA
Por: PACO CASADO
Germán Lorente también pertenece a la Escuela de Barcelona, pero en una vertiente distinta a la del ensayo.
Digamos que pertenece a ella porque trabaja allí, en Barcelona, con actores y técnicos en su mayoría catalanes.
Su cine, ya lo hemos apuntado, no tiene ningún punto de contacto con ensayos y experimentos.
El quiere hacer un cine comercial, muy al estilo francés, pero con el celofán que lo envuelve tomado del cine americano.
Sus argumentos son fuertes y atrevidos en la exposición de los mismos en la pantalla, pero lamentablemente sus películas resultan después pedantemente insoportables.
Había incluso una revista que lo defendían y alas que le gustaba su cine. No sabemos cómo críticos especializados pueden estar tan ciegos ante tamaños engendros.
Para Germán Lorente uno de los requisitos primordiales en cine parece que es tener la cámara en constante movimiento, otro el de cambien constantemente de plano mediante el montaje.
Todos sabemos, y l que no lo sepa que aprenda ahora, que el montaje es el lenguaje del cine, pero cuando este montaje no funciona nos encontramos algo así como con un cine tartamudo, que tropieza al hablar cada dos por tres.
En esta película de Lorente lo podemos ver perfectamente.
Se han rodado planos bastante largos, confiados en que después mediante el montaje se podrían arreglar, abreviar o cortar. Esto es posible, pero no de la manera que lo ha hecho la montadora María Rosa Ester.
No se trata de tener planos largos a los que se le introducen fragmentos de esa misma escena tomados con un ángulo de cámara distinto, no. Hay algo más. Y ese algo más es que cada plano debe ir en función del siguiente, debe encadenar perfectamente con su antecesor y con el que le sigue, y así se conseguirá que todos enganchen bien y que lo que se nos está narrando tenga una fluidez perfecta.
La película realmente no nos dice nada nuevo ni interesante.
Se ha tomado a una serie de personajes, de baja moral, sumergidos en ambientes depravados de los que tan solo pretenden salir algunos de los protagonistas que se ven arrastrados a permanecer en ellos.
Por lo que queda dicho tenemos una serie de imágenes sueltas de belleza y colorido más o menos conseguidos, envueltos en una agradable música de jazz del catalán José Solá y teniendo como fondo el mundo de la alta costura y colecciones fotográficas para revistas de moda extranjeras.
Así parece que entiende Lorente el cine, y según esto creemos que está totalmente equivocado y nada más lejos de lo que es el Séptimo Arte como lo entienden los grandes maestros que en sus cortos años ha tenido.
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