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CRITICA
Por: PACO CASADO
El contacto del escritor chileno Luis Sepúlveda con el cine ha sido escribir el guion para la película de Miguel Litin, 'Tierra de fuego' (2000), adaptar su obra Historia de una gaviota y del gato que la enseñó a volar, a dibujos animados, y su novela El viejo que leía novelas de amor llevada al cine, aunque con guion de otro.
Ahora escribe una historia original directamente para la pantalla que en principio se iba a limitar a entregar para que lo dirigiera Sergio Cabrera y finalmente decidió dirigirla él.
Este film quiere ser una alegoría a la libertad, al que ha pretendido dar un carácter universal, situando la acción en un lugar indeterminado de Sudamérica, en los años 80, donde un régimen dictatorial secuestra a cinco individuos, de las clases más variadas, acusados de ser enemigos de la patria, y los deporta a un campo de concentración llamado Ninguna parte.
Un estudiante aficionado al boxeo, un cocinero homosexual, un profesor desilusionado, un obrero amante del bolero y un barbero que prefiere el tango.
Es una especie de utopía maravillosa, vista desde la ironía y el optimismo, un canto a la no violencia, a la tolerancia, a la libertad y la subversión, con cierto sentido de humor negro.
En la banda sonora se icluye el tema La vida sigue, de Jarabe de palo.
El guion articula de forma confusa los muchos temas que ha querido meter en el mismo saco y se ha olvidado de perfilar mejor a los personajes.
Hay cierta torpeza en la narración y montaje de las escenas.
Si a ello se une la inexperiencia en la dirección de actores, podemos tener una explicación más o menos clara de lo no conseguido en esta cinta, ópera prima de Luis Sepúlveda, para el que escribir está bien, pero hacer cine es otra cosa.
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