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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay veces que los directores con tal de darle un aire moderno a sus películas terminan haciéndolas mal.
Tony Scott conoció a Domino Harvey, la hija del actor Lawrence Harvey, fallecido cuando ella tenía 8 años, que despreció la vida que le ofrecía la posición social de sus padres, aunque a veces hizo de modelo ocasional, hasta que un día asistió a un seminario para captar cazarrecompensas y eso fue lo que le atrajo a esta vida al límite, de peligro constante y mucha adrenalina.
Eso le sumergió también en la droga, muriendo de sobredosis de barbitúricos a los 35 años, en 2005, poco antes de terminarse el rodaje, cuando iba a ser juzgada por tráfico de drogas.
Tony Scott contó con su ayuda y la saca en un plano al final de la misma, como también hace un homenaje a su padre viéndose en televisión en algunas secuencias su mejor film, 'El mensajero del miedo' (1962).
Al comienzo se advierte que es una historia real... más o menos. Seguramente se le han metido secuencias inventadas y personajes a los que se les ha cambiado el nombre.
La cinta, que hace una crítica social, tiene sin embargo un estilo videoclipero, trepidante, con mucha acción, sexo, violencia y lenguaje callejero, ya que se desarrolla entre mercenarios y asesinos que han violado la libertad condicional a los que intentan capturar.
La historia en sí es interesante pero no cómo está contada, con constantes saltos atrás, con un montaje crispado de muchos planos por minuto para darle ritmo, unido a una música atronadora y exasperante, lo que hace que el espectador no se aclare en muchos momentos, desaprovechando un buen tema. Lo mejor el trabajo de Keira Knightley.
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