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CRITICA
Por: PACO CASADO
El políglota neoyorquino, de ascendencia danesa, Viggo Mortensen, da el salto a la dirección con este drama paterno filial inspirado en sus recuerdos personales.
El actor, que acaba de recibir recientemente el premio Donostia en el Festival de cine San Sebastián a su toda su carrera, hace una entrada triunfal como realizador consiguiendo un resultado realmente notable.
La historia gira en torno a la difícil relación durante una semana entre Willis Peterson un padre granjero muy conservador, machista, racista, homófobo e inflexible con su hijo John, que es homosexual y está casado con Eric, de ascendencia china, cuando se encuentra ya en un lamentable estado de demencia senil, perdiendo la memoria, que abandona su granja para irse a vivir con él a su piso de Los Angeles, con el que intenta reconciliarse, mientras busca una casa adecuada donde vivir tranquilamente los días de su jubilación más cerca de su hijo, en California.
En el tiempo en que Willis permanece en el hogar de John, los dos mundos tan diferentes chocan constantemente entre sí, provocando que viejas heridas se abran mientras se van ocasionando otras nuevas, especialmente por el horrible carácter del viejo, que a veces se hace realmente insoportable, insultando y maltratando a su hijo, que aguanta estoicamente esas arremetidas de verdaderamente su odioso padre, sin picar el anzuelo que constantemente le lanza para que le responda.
Ese mismo comportamiento se manifiesta también con su hija, Sarah y los dos hijos de ésta, cuando van a visitarlos para tratar de ayudar en buscarle casa.
John vive su familia que está compuesta por Eric, su marido, y Mónica, la hija adoptiva que tienen ambos, con la que curiosamente es con la única que se lleva bien su insoportable abuelo al que lo considera su amigo.
Viggo Mortensen escribió el guion poco tiempo después de morir su cariñosa madre en el que explora sus sentimientos hacia su padre, algo que tenía en esos momentos muy a flor de piel y que tan extraordinariamente es capaz de plasmar en la pantalla, aunque no se trate de una historia autobiográfica, ni mucho menos, puesto en un relato de ficción, que muy bien puede ser verdad.
Esos hechos que se desarrollan en la actualidad van siendo mezclados con constantes flash backs describiendo cómo su padre Willis va cambiando de carácter y de qué manera se comporta con Gwen su esposa que termina por marcharse del domicilio conyugal, como igualmente con la amante que toma a continuación, sin ni siquiera dignarse estar al lado de Gwen en su lecho de muerte como igual ocurre con la otra, también fallecida.
Si hay que destacar el buen trabajo que hace como actor Viggo Mortensen en un contenido papel que refleja muy bien el carácter apocado del personaje homosexual, sin embargo por encima de él, en un personaje cuyo carácter se come la pantalla en todo momento, es el trabajo que realiza a sus 80 años Lance Henriksen en el mejor papel que le hemos visto nunca, ya que con frecuencia ha hecho de personajes más secundarios en las 250 películas que ha interpretado que el que encarna en esta ocasión que se reparte el protagonismo con Mortensen en la figura de su hijo.
Los demás personajes son figuras accesorias que complementan bien la modesta historia sobre la familia, entre los que destacaría la breve presencia del director David Cronenberg como el médico proctólogo con el que también paga su mal carácter Willis cuando tiene que hacerle una introspección rectal.
Hay que darle la enhorabuena a Viggo Mortensen y agradecerle ese estupendo múltiple trabajo que hace como productor, actor, guionista, compositor y director, faceta esta última en la que entra por la puerta grande.
Premio San Sebastián al mejor film en el Festival de cine de San Sebastián.
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