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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay veces que los remakes no tienen más justificación que la falta de ideas de los guionistas o que las nuevas generaciones conozcan un relato hecho con unos medios más modernos.
Esto puede ser lo que ha movido a la producción de esta historia que ya hizo en 1976 Richard Donner con Gregory Peck y Lee Remick que tuvo tanto éxito que originó dos secuelas, La maldición de Damien (1978) dirigida por Don Taylor y El final de Damien (1981) realizada por Graham Baker.
La historia es de sobra conocida.
La esposa de un diplomático americano, Robert Thorn, tiene un bebé en un hospital de Roma que nace muerto y es cambiado por el de otra mujer que fallece en el parto, al que ponen el nombre de Damien, que resulta ser el Anticristo anunciado en las Profecías del Apocalipsis.
La profecía (1976) tenía un guion de David Seltzer que él mismo se ha encargado de modernizar introduciendo algunos hechos recientes como la catástrofe del 11 S con la destrucción de las Torres Gemelas o el famoso Tsunami que atribuye a maldiciones bíblicas en el prólogo del film.
Salvo eso y el uso del móvil, que antes no existía, o alguna modernidad más, así como el empleo de efectos especiales más avanzados, se sigue milimétricamente, paso a paso, el guion original, como ya ocurría con Psycho (1998), de Gus Van Sant, la nueva versión de Psicosis (1960), de Alfred Hitchcock, que en esa ocasión prácticamente se calcaba plano a plano la versión del mago del suspense.
Aquí no se llega a tanto como en aquel caso, pero apenas si hay variaciones, hasta el punto de usar incluso algún tema de la oscarizada banda sonora de Jerry Goldsmith, incluida su famosa Ave Satani.
En el capítulo interpretativo la pareja protagonista cumple con oficio y como curiosidad destacar la incursión de Mia Farrow, que fue víctima del maligno en La semilla del diablo (1968), de Roman Polanski, ahora en el papel de la Sra. Baylock, niñera satánica que cuida de Damien, como una ironía del reparto.
A la hora de los remakes el irlandés John Moore (36 años) es un experto aunque no muy hábil como ya lo demostró con El vuelo del Fénix (2004) que hacía lo mismo que hace aquí, modernizar el tema, lavarle la cara sin aportar nada nuevo o enriquecer el tema, que conserva el interés original, al tiempo que introduce media doce de sobresaltos ayudados por la música de Marco Beltrami, un compositor que se está poniendo muy de moda.
Premio para Seamus Davey-Fitzpatrick en los premios Fangoria.
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