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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine de Hollywood sigue combinando los elementos que tiene a su alcance para lograr el éxito.
En esta ocasión forman una nueva pareja el latin lover Antonio Banderas, y la pizpireta Meg Ryan y los introduce a ambos en una comedia romántica mezclada con una intriga de ladrón de guante blanco.
Tommy es un refinado ladrón de arte buscado por todo el mundo que planea un nuevo robo, posiblemente el último, el de una famosa y valiosa Madonna de Bernini, al que le sigue los pasos el FBI.
El encargado de esta nueva misión es el joven agente Henry Durand, que acaba de regresar a Louisiana de una misión en el extranjero.
Pero su trabajo se vuelve particularmente incómodo y difícil cuando descubre que Tommy es el nuevo novio de su madre, que ha cambiado de look y ahora se hace llamar Marty, tras un retoque fisiológico que la ha dejado como una sílfides y dispuesta siempre a correrse una juerga, teniendo que espiar sus citas amorosas de donde surgen los momentos más cómicos.
La película trata de contar la historia con un sofisticado humor y dando una vuelta de tuerca más a una intriga que no está llevada con mucho rigor que digamos.
Al film le cuesta arrancar pero poco a poco va entrando en materia y consiguiendo algunos momentos, no muchos, de situaciones más o menos cómicas.
El guionista y director de esta cinta es George Gallo, autor del guion de la simpática Huida a medianoche (1988), que aquí no logra ni la comicidad, ni el ritmo necesario para obtener una buena comedia.
En el apartado interpretativo deja hacer a los actores que defienden como pueden sus respectivos papeles, aunque resulten más sosos de lo habitual.
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