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Titulo original: Astérix Le Secret De La Potion Magique
Año Producción: 2018
Nacionalidad: Francia
Duración: 85 Minutos
Calificación: Autorizada para todos los públicos
Género: Animación
Director: Alexandre Astier, Louis Clichy
Guión: Alexandre Astier. Basado en los personajes creados por René Goscinny, Albert Uderzo
Fotografía: En Color
Música: Philippe Rombi
FECHAS DE ESTRENO
España: 11 Enero 2019
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Vértice 360


SINOPSIS

Tras la recolección del muérdago Panoramix piensa que es el momento para asegurar el futuro de la aldea gala por lo que acompañado por Astérix y Obélix deciden emprender un viaje alrededor del mundo en busca de un druida joven al que transmitir la poción mágica...

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Animación

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ENTREVISTA AL DIRECTOR ALEXANDER ASTIER...
¿Qué le atrajo de esta segunda entrega de las aventuras de Astérix?...
Que me permitieran proponer una historia original. Tras la primera entrega, Astérix: La residencia de los dioses, que era una adaptación, me preguntaba cuál sería el siguiente paso, y fue el de proponer una historia original. Pensaba que me lo rechazarían. Me decía a mí mismo: «De todos modos, no lo voy a hacer». Pues no fue así. Así que ahí lo tenéis.

¿Tuvo que enfrentarse a amargos debates o negociaciones para obtener ese permiso?...
No, fue todo bastante edulcorado. Es un asunto un poco espinoso porque trata de cosas que Astérix no siempre aborda. Astérix no tiene futuro. La licencia de Astérix está fija en el tiempo, es eterna. La aldea resiste, los romanos atacan y la poción mágica está a salvo. Las aventuras tienen lugar dentro de esas premisas. La cuestión de qué ocurrirá si Panorámix ya no puede preparar la poción no había sido abordada, y yo sabía que eso sería difícil pues no basta con tener una idea. Hay que demostrar que se sigue respetando la licencia de Astérix, que se trata de una hermosa aventura de Astérix, y que no se pisotea la base construida durante tanto tiempo. Eso no ha provocado debates amargos, ha provocado debates en los que era necesario transmitir tranquilidad. Era necesario que la presentación de prueba no creara pánico.

¿Cómo se construyó la historia?...
Estaba construida desde el principio, en líneas generales. Después hubo limitaciones por la duración de la película, que no es muy elevada, de unos 80 minutos. En la fase de guion no se ve claro porque aún faltan algunas cosas.
Eso se hace para profundizar, pero es un poco complejo. La historia no se construyó, estaba ya ahí. Después hubo que elaborarla con Louis [Clichy].

¿Cómo consigue aportar su propio toque, su propio estilo, aun preservando el espíritu y el lenguaje de Astérix?...
No poseo una técnica especial para respetar las cosas. No haría esto si no respetara ya a Astérix. Y por ello mi deseo natural de contar una historia de Astérix no me conduce a ser iconoclasta. No siento un especial placer en maltratar cosas. Ese no es mi estilo y no me interesa mucho. No tengo nada que renovar. Al contrario, me encanta recurrir a aquello que me gusta de Astérix desde que era pequeño y que siempre me ha gustado. Ahora bien, ¿cómo ser uno mismo? No puedo ser otra persona. Cuando escribo, soy yo, y eso se aprecia. Y no creo que una cosa no encaje con la otra. No me preocupo, de hecho. Hago mi trabajo y lo normal es que, sin que me suponga esfuerzo, lo haga con el respeto necesario.

Siempre se dice que una segunda entrega ha de ser más grande, más potente, más explosiva. ¿Ha sido este el caso?...
Sí, hay algo de eso. ¡Por fin algo de movimiento! Astérix: La residencia de los dioses es una obra a puerta cerrada, todo se desarrolla junto a la aldea, siendo César el que viene a construir sus edificios a los pies de la misma.
Ahora lo que tenemos es una aventura que lleva a nuestros héroes a buscar un candidato por toda la Galia. Ya hay un elemento de periplo.
Ello amplía el universo con respecto a la anterior película. Además, creo que la animación es un poco más hermosa, puesto que hemos dado pasos aunque sólo sea en cuestión de técnica. Pero al mismo tiempo es una segunda parte.
Hay cosas que hemos retomado y creo que la animación –y esto es algo que no se debe a mí, por lo que no presumo de nada– ha dado un pequeño paso en lo que se refiere a calidad.

¿Se trata de una película simplemente divertida o abordáis también temas serios, como la transmisión del saber, o la jubilación?...
Para mí, no hay comedia sin drama. Me he educado en esa doctrina, creo en ella y ahí sigo. No es algo que lamente. Obviamente, hay muchos temas que se plantean. Antes de escribir, me digo: «Voy a escribir tal cosa». Y me pongo a ello. Esta historia saca a colación un montón de cosas. Por ejemplo, una pregunta: si Panorámix posee la poción mágica, ¿por qué no salva a toda la Galia? ¿Por qué la guarda sólo para él? Hay pueblos galos oprimidos por toda la Galia, lo vemos en los cómics. Se podría incluso hacer una analogía con las armas nucleares. ¿Quién las posee? ¿Quién no? ¿Por qué no debe tenerlas todo el mundo? ¿Qué pasaría si todo el mundo las utilizara? Son muchas las cuestiones que eso plantea. Y luego no tengo forma de resolverlas. Escribir una historia supone necesariamente tratar de responder a todo. Lo que yo no habría querido es pasar por alto esas cuestiones.

Ha creado un nuevo villano, Malefix. ¿Qué ha de tener un buen villano?...
Yo soy de los que dicen: «Si el villano está logrado, la película está lograda». Siempre he preferido a los villanos. Soy de los que prefieren interpretar a villanos, incluso desde que era pequeño.

¿Qué hace de Malefix un gran villano?...
Normalmente, en Astérix, los villanos suelen ser grotescos. Por ejemplo, en Astérix: La cizaña teníamos a esa especie de hombrecillo enano. Es un villano porque es capaz de llevar a los héroes de Astérix a su perdición. Sin duda es un auténtico villano. Pero tiene algo de ridículo, podemos mofarnos de él. El adivino de Astérix: El adivino, por poner otro ejemplo, hace su entrada de forma espectacular pero, al cabo de algunas páginas, nos damos cuenta de que es un auténtico charlatán, por lo que nos puede hacer gracia. En Astérix: El secreto de la poción mágica, el villano me animó a hacer la película. Porque es realmente peligroso, realmente inteligente. Es un improvisador; está un poco trastornado pero es él quien me dio ganas de hacer la película.

No es muy común… ¿Por qué eligió a una niña, Levanah Solomon, para la voz de Pectina en la versión original?...
No me gustan mucho los niños que son artistas, esa mentalidad de corte americano de que hay que ser más profesional que los profesionales, más adulto que los adultos. Me asusta. Y aparte, vengo de una escuela de actores en la que no se aprende mucho a interpretar hasta que se es adulto. Manejamos un material que es un poco adulto, ciertas emociones, ciertas cosas. Los niños pueden dedicarse al teatro pero está bien hacerles hacer cosas que no les afecten demasiado, que se queden en algo superficial. Es necesario que se diviertan. Ya es duro cuando se convierte en un oficio para nosotros pero para los niños es terrible. Y Levanah es una persona que adora hacer esto. Lo hace ella sola en su casa. Su madre me decía que hace doblajes editando el sonido y todo. Le encanta interpretar voces y tiene un gran talento. En eso le va muy bien. Y además es muy atenta. Pero lo que cuenta, aparte de que tenga un talento para ello, es que es un talento que en su caso procede de la diversión. Por tanto, no me preocupa. Estoy muy relajado y nos lo pasamos bien.

¿Prefiere escribir las partes de los galos o las de los romanos?...
(Risas) No soy capaz de razonar en esos términos. A mí me gusta escribir para actores, y sólo puedo escribir si sé para quién lo hago. Y tanto si son galos como si son romanos se trata de personas para las que disfruto mucho escribiendo.

¿De dónde procede esa imaginación para los nombres de los personajes?...
Estoy pensando en Tomcrús. ¡Ah! Ese fue idea mía. Es extraño porque no me gustan los juegos de palabras. Hay que estar siempre buscando un nombre que sea bueno y yo no tengo ese tipo de humor. Pero nos preguntábamos todo el rato: «¿Cómo se llama? ¡Tenemos que saber cómo se llama!» Soy muy malo para eso pero ese nombre se me ocurrió a mí. No sé de dónde vino... Para los romanos, debe terminar en «ous» o en «us», o en «ouche» o en «ouch». Hay montones de fórmulas como esas. Tengo un diccionario de rimas pero Tomcrús obviamente no aparecía. No sé de donde salió. No me disgusta. Ese es un nombre mío.

¿Tiene alguna frase o algún chiste preferido en esta segunda entrega?...
Me quedo con una frase del villano. Malefix llega al bosque de los Carnutos y empieza a meterse con todo el mundo. Es un druida al que han vetado el acceso desde hace una década, y reaparece así, sin que sepamos cómo. Les dice al resto: «Yo, si hubiera estado en posesión de un poderío semejante –refiriéndose a la poción mágica– no la habría guardado para 40 palurdos con bigote, habría detenido todas las guerras del mundo». Me gusta mucho lo que esto plantea al público. No es un chiste, pero me encantaría que el espectador se dijera: «Pues tiene razón. ¿Cómo es posible que la poción no proteja más que a 40 tíos?» Si el público se hace justo esa pregunta, habré quedado satisfecho conmigo mismo.

¿Qué lección importante aprendió con la primera película que le haya servido para la segunda?...
Es una película que, al igual que su predecesora, se ve favorecida por el hecho de que los actores graben sus voces antes del proceso de animación. Para mí es esencial. Eso quiere decir que no hay imagen. Vamos al estudio y grabamos las voces hasta que queden bien y los actores dominen su personaje. Después, se animan los personajes según lo que ellos han hecho. Debo admitir que me sentiría muy desafortunado si hiciera lo que vemos cuando llega una película de Estados Unidos, por ejemplo, donde se dobla con la animación ya hecha, como si doblaran una película de acción real. Es así como me gusta trabajar en la animación. Además, existe una libertad añadida, se pueden hacer muchísimas cosas con animadores de talento. Es un tipo de recreación muy francesa lo de hacer Astérix en acción real, ponerse bigotes y esas cosas. Es genial, no digo que no, pero en la animación hay una suerte de expresividad. Se podría recorrer todos los cómics con actores ajustados a los personajes. De algún modo es, para mí, como la manera soñada de contar Astérix. Es la interpretación en toda su envergadura antes y después. Es toda la posibilidad, la magia y el mundo de la infancia que representan la animación y el dibujo.

Un largometraje de animación supone cuatro o cinco años de una vida. ¿Cómo conserva la energía y las ganas necesarias para llegar hasta el final de un proyecto semejante y no desanimarse?...
Soy muy exigente con aquello que lleva mi firma. Cuando una cosa no va bien, hay algo natural en mí que evita que lo deje pasar. Louis Clichy también es así. Cuando tengo una música en la cabeza, quiero que sea ésa. Con Clichy, conseguimos tener ambos la misma música. En una película de animación, las ideas son muy frescas al principio, son emocionantes. La elaboración de una película animada, además, es muy minuciosa, muy larga, y va por piezas pequeñas. Más allá de la grabación con los actores, que se percibe al oído, la imagen, la bella imagen llega muy tarde. La imagen en pantalla es frustrante durante mucho tiempo. En cualquier película el resultado tarda en llegar, pero en la animación es algo frustrante y un poco tedioso durante un largo tiempo. Hay que tener las ideas bien establecidas hasta el final, puesto que es necesario plasmarlas. Tiene que cobrar vida, y tarda en cobrar vida. Es necesario ser un poco maniático.

¿Cómo se dividió el trabajo con Louis Clichy?...
Básicamente yo me encargo del guión y la dirección actoral, y él de la animación y la puesta en escena. Solo que yo tengo un pie en la puesta en escena y él tiene un pie en el guión. Así que discutimos. Pero a mí me encanta discutir con Clichy, ya me he acostumbrado de todas formas. (Risas).


ENTREVISTA AL DIRECTOR LOUIS CLICHY...
¿Qué le animó a hacer esta segunda entrega de las aventuras de Astérix?...
En primer lugar, y pese a las dificultades que nos surgieron, la experiencia con Astérix: La residencia de los dioses fue fantástica, y yo estaba más que dispuesto a repetir la jugada. Sólo faltaba algo que aportara un poco de novedad y fue Alexandre quien dio con ello: hacer nuestra propia historia. Eso abría sin duda un montón de nuevas posibilidades. Yo estaba repleto de ganas.

¿Mantuvo contacto con Albert Uderzo y los titulares de los derechos de René Gosciny para saber qué les parecía?...
Sí. Hacer una obra original suponía un auténtico desafío. Nos preguntábamos si nos permitirían hacerlo, si iba a gustar, si no nos saldríamos del tema. Presentamos nuestro proyecto a Albert Uderzo y Anne Gosciny, ¡y les entusiasmó! Les vimos varias veces y vinieron a visitarnos a los estudios de Mikros para ver cómo progresaba la película pero también para comprobar que respetábamos la obra.

¿Cómo fue la creación de esta historia original?...
Alexandre me presentó su idea y me pareció realmente interesante. Trabajó concienzudamente sobre un primer boceto y después lo discutimos. Intercambiamos ideas haciendo tablas, planos, entre risas y discusiones. Yo hacía montones de esquemas para explicar puntos de vista. Él se retiraba a su rincón a escribir y así sucesivamente. Todo ello nos llevó un tiempo hasta que tuvimos una base, un álbum, a los que remitirnos.

¿Cuáles son los elementos esenciales a la hora de crear una historia original de Astérix?...
Es vital recuperar los personajes principales de la serie. En este caso, el verdadero héroe no es Astérix. Desviamos la historia hacia Panorámix, y su antagonista, el druida Malefix. Partiendo de ahí, teníamos todos los ingredientes de un buen cómic: poción mágica, romanos, golpes, César... incluso los piratas, que tuvimos que eliminar de la primera película por falta de tiempo. Introdujimos también al pescadero y al herrero. Es un dúo que ya nos gustó en 'Astérix: La residencia de los dioses'.

¿Os seguís divirtiendo tanto con los pollos y los jabalíes?...
Para un animador, animar un animal es otro ejercicio apasionante puesto que no está constreñido por un diálogo. Aun así, hacemos que los jabalíes hablen un poco, aunque sea en su propio idioma. Los hemos transformado por completo. En todos los cómics suelen ser como piezas de caza. Aquí están integrados en el druidismo y hacemos que sean mensajeros. Fue divertido hacerlos aparecer a uno y otro lado. También nos lo pasamos muy bien con los pollos y los corderos.

¿Qué hace de Malefix un buen villano?...
En realidad, es bastante clásico en su villanía. Desde la infancia arrastra un trauma, resentimiento y frustración. Nadie le quiere, como suele ocurrir con los villanos. Devuelven una especie de odio porque sufren una gran carencia de afecto. Malefix compartió una cierta complicidad con Panorámix, pero ésta se ha deteriorado y transformado en odio porque Panorámix es el druida que ha triunfado, el que ha descubierto la poción mágica, el que ha sido querido por todos. Y, por el contrario, Malefix ha sido olvidado. Me gustó también trabajar en su diseño.
Este druida ha abandonado algunos códigos del druidismo al tiempo que ha conservado otros. Puesto que vive autárquicamente en una cabaña, le añadimos una piel de animal y una calavera de ciervo (que no es exactamente el esqueleto de un ciervo). Su piel es un poco cadavérica pero conserva cierta nobleza. Es muy difícil de animar porque es un personaje que se mueve muy poco: tiene postura recta y, por ello, economía de movimientos. Todo ello hace de él un villano realmente interesante.

Dicen que un director tiene un estilo de dirección. ¿Cree que Alexandre Astier tiene un estilo para el doblaje?...
Alexandre no cambia en absoluto su forma de hacer las cosas porque se trate de una película animada, todo lo contrario. Se mantiene en la misma actitud de aquello que sabe hacer. Pero en el caso de Astérix, no hablamos doblaje porque no doblamos una voz preexistente. Aquí, la voz está en el origen de todo. Es un teatro radiofónico en el que nos vamos a inspirar, y en el que fijaremos las voces para hacer la animación. Esa es la base de todo y todo ello en interés de hacer una película animada en francés. La actuación animada depende realmente de la voz. Los actores apenas cuentan con imágenes. Quizá cuenten con un vago diseño si se trata de un personaje nuevo. Es muy poco lo que saben con antelación, trabajan sobre la marcha y no tienen la necesidad de atenerse a una actuación preexistente ni de hacer imitaciones caricaturescas. La base del trabajo es por tanto bastante realista, y ya después nos movemos hacia ciertas formas de actuación para hacerlas más caricaturescas e integrarlas en la animación.

¿Cómo divide su trabajo con Alexandre Astier?...
De forma más o menos empírica. Él escribió un primer guión, al cual yo aporté elementos y sugerencias. La génesis de la escritura procede básicamente de él, mientras que yo aporto principalmente dibujos. Luego discutimos, y polemizamos –seamos sinceros– , sobre qué nos quedamos y qué eliminamos por problemas de estructura, de personajes, o de visibilidad de ciertos elementos. Cada vez, Alexandre retoma su borrador y yo le paso dibujos para expresar mis ideas. Entonces él dice: «Esto queda bien, esto no está mal, esto vale, esto no». Luego, la puesta en escena depende un poco más de mi sensibilidad, aun cuando Alexandre intervenga en cada paso. Yo estoy en contacto directo con los guionistas gráficos, que realizan la puesta en escena propiamente hablando, y Alexandre está ahí. Hago el montaje, y Alexandre está ahí. En animación, el montaje se realiza de forma previa, mediante lo que denominamos animática. Dado el elevado coste de la animación, uno debe estar seguro de los ochenta minutos que elabora. No escojo de entre ocho horas de metraje, al contrario, tengo algo bien definido que trabajo con mi montador. Después, Alexandre y yo explicamos a los animadores cómo han de ser las secuencias de animación y yo me encargo de llevarlas a buen término hasta el final del proceso de animación. Hacemos todo en binomio, cada uno con sus particularidades. Yo me dedico más a la parte de producción y elaboración, y Alexandre se ocupa en mayor medida de las voces, aunque yo también estoy ahí para ver si pegan con los personajes. Pero es él quien dirige a los intérpretes y lo hace muy bien.

¿Cuál fue la mayor lección que aprendió con la primera película y que le haya servido en la segunda?...
'Astérix: La residencia de los dioses' fue, además mi primer largometraje, el primer largometraje del estudio Mikros. Así que aprendimos cosas en lo referente al proceso de elaboración, lo que había que hacer, las personas con las que había que trabajar. Además, Alexandre vio las limitaciones y las ventajas de la animación y, con ello, ha trabajado siendo más consciente del proceso desde su comienzo hasta el fin de la cadena. La película está definida antes de que se elaboren los planos, tenemos más o menos un montaje definitivo a pesar de no haber comenzado la animación. Nuestra base de trabajo es una especie de dibujo con una voz piloto y una música piloto pero el timing está ahí, las secuencias de planos están ahí, toda la puesta en escena está ahí. Es un concepto muy difícil de asimilar para aquellos que vienen de producciones de acción real. Siempre te dicen: «Vale, pero habrá un momento en que podamos rehacer el montaje». Lo cual, de hecho, no es posible. Pero eso son cosas que Alexandre ha sabido anticipar mucho mejor en esta segunda película y eso le ha permitido más capacidad de reacción en el proceso de elaboración.

¿Cuál es el mayor desafío que ha tenido que afrontar en esta segunda aventura?...
Tener una historia original marcando el rumbo. Creo que muchas personas tienen la mirada puesta en nosotros. Veremos si lo hemos hecho bien o no. También supone un gran desafío permitirse hacer una película sin Albert Uderzo ni Ediciones Albert René, aun cuando obviamente están presentes en cada personaje. Luego he tenido desafíos muy técnicos. He querido darle un aspecto más propio de dibujo animado pese a que la imagen generada por ordenador implica un mayor realismo. Hay que hallar, por tanto, una homogeneidad en el diseño. Por ejemplo, para el cabello de Astérix, la idea no es que parezca cabello real sino un cabello que conserve el espíritu de los cómics. Todo ello son pequeños detalles que compondrán una imagen hermosa y que mostrarán que claramente se trata de una película de Astérix, y no de una película semi-realista o que recuerde a un videojuego. Por otra parte, estoy bastante satisfecho con el resultado en términos de renderizado e imagen.

La producción de un largometraje supone por lo general cuatro o cinco años. ¿Cómo conserva las energías para seguir adelante con esta aventura durante tanto tiempo?...
Es laborioso, en efecto. Siempre hay una importante parte industrial –en el sentido propio del término– que añade algo de contabilidad y productividad al asunto, con lo cual no siempre resulta muy interesante. Aparte, cuatro o cinco años es mucho tiempo. Actualmente, se tiende a reducir el tiempo de producción. Las películas se hacen ahora de manera un tanto empírica, un tanto precipitada, especialmente durante su último año –mientras que antes se empleaban unos dos años para terminar la producción. Pero, para ser sinceros, no rendimos al 100% de nuestra energía durante los cuatro o cinco años. Sobre todo durante la preproducción. Un año, entre 2015 y 2016, lo pasé trabajando y haciendo pausas. Es realmente duro trabajar a tiempo completo durante la elaboración de una historia, pues ésta requiere siempre un receso. Es necesario saber pasar a otra cosa para después retomar con una mirada fresca, y así es como avanzamos eficazmente. Cada fase de elaboración trae consigo su paquete de desafíos y de nuevas tareas, lo cual reduce el coste repetitivo del trabajo y permite alargar la motivación hasta el final de la película.

Desde que hizo el primer largometraje, ¿ve a Astérix de una manera diferente?...
No creo tener una opinión diferente sobre Astérix, ya se trate del cómic o del personaje. Somos conscientes de que hemos dado un paso porque ya no partimos de un cómic pero creo que somos bastante coherentes con la historia. Astérix sigue siendo un personaje increíblemente interesante y me alegra perpetuarlo también de esta manera, especialmente con la voz de Christian Clavier. Es un personaje al que tengo aprecio. Siempre estamos ante un reto cuando se trata de estos héroes. Al cabo del tiempo, en efecto, Astérix ha pasado a ser un poco como Mickey Mouse, esto es, un icono, lo cual genera el miedo, no tanto de maltratarlo, sino de ser demasiado suave con él. En los cómics, Astérix empezó siendo bastante pícaro y sarcástico pero, después, se volvió muy afable, un tanto suave y correcto. He querido que se excitara un poco más, que tuviera auténticas discusiones con Obélix, y sobre problemas reales, no discusiones solo por hacer reír. En la película hay, pues, una verdadera ruptura con este personaje. Se merece salir de su zona de confort.

¿Tiene algún chiste o frase preferida en esta segunda entrega?...
«Impecable, impagable».

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