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INFORMACIÓN
Titulo original: Parched
Año Producción: 2015
Nacionalidad: India, EE.UU., Inglaterra
Duración:  116 Minutos
Calificación: No recomendada para menores de 16 años
Género: Drama
Director: Leena Yadav
Guión: Leena Yadav, Supratik Sen
Fotografía: Russell Carpenter
Música: Hitesh Sonik
FECHAS DE ESTRENO
España: 19 Agosto 2016
DISTRIBUCIÓN EN EE.UU.
Surtsey films


SINOPSIS


Historia de cuatro mujeres que viven en una zona rural de la India y las cuales deben hacer frente a sus demonios y guerras personales mientras hablan sin complejos sobre los hombres, el sexo y la lucha que deben tener sobre los límites individuales de cada una de ellas...

INTÉRPRETES

RADHIKA APTE, SAYANI GUPTA, TANNISHTHA CHATTERJEE, ADIL HUSSAIN, SURVEEN CHAWLA, SUMEET VYAS, CHANDAN ANAND, RIDDHI SEN, MAHESH BALRAJ

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NOTAS DE LA DIRECTORA...
La inspiración para La estación de las mujeres...

  En el invierno de 2012, empecé a buscar historias sobre el reseco desierto de Kutch (Gujarat). En esta tierra remota de paisajes espectaculares en el noroeste de la India viven dos millones de personas en pequeñas agrupaciones y pueblos. Se rigen por antiguas normas patriarcales, promulgadas por el consejo municipal, compuesto principalmente por hombres. El paisaje de Kutch me llamó la atención, con su tierra árida y agrietada, y sus mujeres ataviadas con prendas coloridas. Mi historia se desarrolla en un pueblo ficticio llamado Ujhaas. Para la película inventamos un dialecto que combina hindi con la lengua local, el Kutchi.

Las mujeres de La estación de las mujeres...
  En un pueblo, conocí a una mujer llamada Rani. Ella nos invitó a su choza, nos preparó una comida y nos contó su historia. Había enviudado con 15 años. A esa edad, Rani ya era madre y, a partir de ese momento, dedicó su vida a criar a sus hijos. Su historia era real, incluso divertida en ocasiones. El momento decisivo para mí como narradora fue cuando Rani agarró mi mano y dijo: “No me ha tocado nadie en 17 años. He enterrado todas mis necesidades personales para poder hacer lo correcto para mis hijos”. Sus palabras me impactaron y conmovieron. ¿Qué es lo “correcto”? ¿Es “correcto” ordenar a una niña de 15 años que pase el resto de su vida vistiendo de negro y que críe sola a sus hijos, nacidos de un matrimonio infantil contra su voluntad? ¿Por qué se le arrebató el derecho al color o al contacto humano? ¿Quién decidió esas “normas” sociales y por qué Rani las aceptó? 
  Otro día, una mujer joven se sentó con nosotras y comenzó a charlar y reírse, como si no tuviera preocupación alguna en el mundo. Tenía la cara y los brazos marcados por cardenales. Cuando encontré el valor para preguntarle si estaba bien, le quitó importancia: “Trabaja mucho y a veces se enfada. ¿Con quién iba a pagar su furia si no? Esta es mi vida… hablemos de otra cosa”. Y me miró a la cara sonriendo. Esa sonrisa fue mi inspiración para el personaje de LAJJO.
  Conocí a mujeres trabajadoras que cocinaban, limpiaban, criaban solas a sus hijos, realizaban agotadoras labores agrícolas por el día y ganaban dinero extra cosiendo a mano, por la noche bajo la luz de una lámpara, delicados bordados que a veces vendían en las ciudades a precios elevados. A estas mujeres les habían lavado el cerebro para creer que su contribución es nula y que el hombre es el verdadero sostén de la familia. “Pobre, pasa todo el día trabajando y vuelve cansado por la noche; no es malo que se divierta bebiendo algo”, dirían las mujeres de sus maridos alcohólicos, muchos de ellos camioneros estacionales.

Las historias de La estación de las mujeres son universales...
  Todo comenzó cuando envié por primera vez el guion de La estación de las mujeres a varios amigos que vivían en distintas partes del mundo. Cada uno de los lectores (hombres y mujeres) me envió, sin ser consciente, un largo y apasionado correo electrónico desahogándose con su propia historia o compartiendo la historia de una persona cercana similar a las historias de estas mujeres del remoto Kutch. Recibí historias profundamente conmovedoras y personales de Delhi y Bombay, Londres, Nueva York y Turquía. Este hecho se ha repetido durante la realización, la finalización y, en la actualidad, el estreno de la película. Casi todo el que ve La estación de las mujeres compara la película con un aspecto de su propia vida o de la vida de un conocido. 
  Tengo claro que La estación de las mujeres toca la fibra sensible e inicia un diálogo que el mundo desea tener desesperadamente.

El ciclo de la misoginia...
  Conozco a unos cuantos hombres como Manoj, el marido maltratador de La estación de las mujeres, y a sus mujeres, que aceptan el maltrato en silencio por razones incomprensibles para mí. Estos hombres no son aldeanos analfabetos, sino que llevan traje, dirigen empresas y son espléndidos expertos en vino. La relación Manoj-Lajjo representa las relaciones construidas sobre el propio sentimiento de incompetencia del hombre, sentimiento que manifiesta maltratando a la persona más próxima a él.
  Buscando los exteriores para La estación de las mujeres, visitamos más de 30 pueblos en Bhuj, Gujarat y Rajasthan. Nos denegaron el permiso para rodar en todos estos pueblos porque no autorizaban a un equipo dirigido por una mujer (yo misma) que llevase pantalones, no se cubriera la cabeza y les hablara de manera abierta. Sorprendentemente, era la generación más joven de hombres (los actuales tomadores de decisiones) la que consideraba un grave problema que una mujer liberada liderase un equipo. Uno de ellos me dijo: “Si las mujeres como tú entran en nuestro pueblo, nuestras mujeres se corromperán”. A partir de esta experiencia, concebí al personaje de Gulab, el hijo de Rani. Gulab ha sido educado en un mundo patriarcal, donde la misoginia es la norma. Él es producto de este mundo en la medida en que se convierte en su propagador. En este sentido, Gulab también es una víctima. Sus mayores masculinos le han transmitido ira y agresión como herramientas de supervivencia. Ha sido criado pensando que las mujeres son objetos de deseo y posesión. Se le ha negado la dulzura, la amabilidad y el amor por el hecho de “ser un hombre”. Su desgracia es que un día, no muy lejano, crecerá hasta convertirse en otro Manoj.

Colaboración con Russell Carpenter...
.- Russell no tenía ni idea de dónde se metía cuando fue transportado directamente del avión a tierra de nadie en Rajasthan, donde rodamos La estación de las mujeres. Sin embargo, se adaptó a la perfección y aceptó todo, desde las sutiles diferencias en la manera de trabajar del equipo indio hasta las cabras y los camellos que a diario chocaban contra las puertas del plató y la comida picante. Me sorprendió que, en una semana de rodaje, Russell llamara al equipo indio por sus nombres (con la pronunciación correcta). Hay mucho que aprender de este ser humano y del genio que hay en él.
  Russell tiene una vista increíble para el detalle. Me encanta su manera de utilizar la luz y la sombra en el mismo fotograma. En rodaje, la relación entre director y director de fotografía es casi como una relación entre marido y mujer: ¡grandes expectativas y poca tolerancia! Debo decir que esta colaboración con Russell ha sido tremendamente enriquecedora para mí. Russell iluminaba cada fotograma de una forma que el arco emocional de la historia tomaba una dimensión más profunda. Yo digo, y con razón, que es el artista que pintó 'La estación de las mujeres'.

Edición de la película con Kevin Tent...
  Kevin Tent ha utilizado sus tijeras de edición para esculpir la esencia de lo que yo quería decir en La estación de las mujeres, ¡convirtiendo esta colaboración en una de las experiencias más educativas y placenteras de mi vida! Kevin nunca ha estado en la India ni entiende las lenguas kutchi o hindi. Por este motivo, me sorprendió la soltura con que comprendió el material una vez que comenzamos la edición. Contar con alguien tan sensible al idioma universal de las emociones es una bendición para una película como La estación de las mujeres. Kevin me ha enseñado el valor de la economía del tiempo, el espacio y la emoción en la producción audiovisual.

La búsqueda de la música de La estación de las mujeres con Hitesh Sonik...
  ¡Colaborar con Hitesh para la música de La estación de las mujeres ha sido espectacular! Empezamos buscando la voz, conmovedora a la par que tosca, de Gaazi Khan en Rajasthan. Grabamos con él en un estudio ruinoso de Jodhpur. Allí nació la canción Baaisa. Baaisa es una oda a las hijas; irónicamente, la utilizamos en la película en la escena en que se envía a la niña prometida a su hogar marital.
  A continuación, Hitesh compuso Maai con la bonita letra de Swanand Kirkire. Cuando Hitesh tocó las primeras notas de Maai, supe que La estación de las mujeres estaba en buenas manos.
  Desde los atrevidos temas con los que Bijli baila hasta la enternecedora Maai (“madre”), Hitesh se conectó al alma de la película a través de su música. Encontrar la banda sonora fue incluso más desafiante para ambos. Llevamos a cabo esta colaboración en distintos continentes (yo me encontraba en Los Ángeles editando y haciendo la mezcla final de la película y Hitesh estaba en Bombay). Tuvimos discusiones, enfados, risas y, en un par de ocasiones, incluso lágrimas… pero siempre supimos que estábamos trabajando para darle a la película las notas adecuadas. Chapó por Hitesh, por ver La estación de las mujeres a través de todos los altibajos, y hacerlo de una manera tan bonita.

Diseño de sonido con Paul N.J. Ottosson...
  Antes de comenzar la mezcla de sonido definitiva, me esforcé por decirle a Paul cuál debía ser el paisaje sonoro de La estación de las mujeres. Sentí que tenía que orientarle, ya que Paul no había estado en la India. Reuní todo tipo de sonidos que me prestó el mezclador de sonido (David Stevens): insectos, viento del desierto, camellos, cabras, etc. Me sentí presionada por ser la única que conocía los sonidos de un pueblo lejano de la india.
  Con calma, Paul me dijo: “No necesitamos encontrar los sonidos, la película nos guiará hasta los sonidos que necesita. ¡Escucha a la película!”. Yo no tenía ni idea de lo que realmente quería decir, pero Paul me lo enseñó durante las semanas posteriores.
  Durante la mezcla final de 'La estación de las mujeres', Kevin Tent (editor), Richard Ford (consultor musical) y yo escuchamos al pueblo indio del desierto cobrar vida en el interior de un vanguardista teatro de Sony Pictures en Los Ángeles, bajo las manos maestras de Paul N.J. Ottosson. ¡Lección aprendida, Paul!  

BIJLI y el cuerpo de baile de La estación de las mujeres...
  El cuerpo de baile que aparece en la película es un fenómeno común en el norte de la India, donde las mujeres bailan para el público con el fin de excitar. La letra y el movimiento son increíblemente sensuales. Muchas de estas bailarinas también trabajan como prostitutas. Estas bailarinas nómadas, ancladas en la tradición de manera perversa, me fascinaron. Mediante el personaje de Bijli, tuve que explorar un lado muy interesante de la sexualidad. Además, utilicé a Bijli como voz de liberación porque es la única del trío que ha conocido el mundo exterior a este pueblo. Pude ver a Rani y Lajjo con más claridad a través de los ojos de Bijli, puesto que yo también soy extranjera en su mundo.

Los peligros de utilizar a habitantes locales como extras...
  Cuando rodamos las secuencias de baile, utilizamos al público local auténtico. Fue un rodaje escalofriante. Viví en primera persona la gran energía sexual reprimida que existe en el ser humano. Los extras masculinos de nuestro plató se excitaron tanto que desplegamos a todos los ayudantes del plató para controlarlos y proteger a las actrices. Ashley Lobo (coreógrafa), trabajó con las actrices para crear sus propios pasos de baile y que el producto final pareciera menos forzado y más rústico.
  En los días siguientes, los hombres de los pueblos vecinos vinieron por la noche y golpearon la taquilla de nuestro plató pidiendo ver el baile de Bijli. Nos llevó unos días convencerlos de que solo había un día de rodaje y que Bijli no iba a volver. 

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